Editorial

Ballesta, inicio y final sorprendentes

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La agitada estancia de Albert Ballesta al frente del Ayuntamiento de Girona ha tenido un abrupto final, apenas dos meses después de su peculiar elección. Ser el número 19 de una lista, no haber salido elegido y forzar la renuncia de todos los que le precedían para cumplir el designio del entonces recién nombrado presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, fueron acontecimientos que dejaron perplejos a propios y extraños. Su error al prometer el cargo no contribuyó a serenar los ánimos y su posterior intento de acuerdo contra natura con Ciudadanos y PP, para sacar adelante el cartapacio y su nómina, situaron a Ballesta en una difícil situación. Hace un mes, pedíamos desde aquí un giro en la actuación del alcalde y de su partido, Convergència, para reconducir las cosas.

Ballesta optó ayer por presentar su dimisión, y el mismo día, CDC anunció su relevo por la segunda teniente de alcalde y responsable de Urbanismo, Marta Madrenas, la favorita para ocupar el cargo tras la marcha de Puigdemont. Después del ridículo episodio vivido, es de esperar que la elección de una persona conocedora de los problemas de la ciudad y que ha logrado, además, un pacto de gobierno con el PSC, una fuerza política con experiencia de décadas en la gestión del municipio, permita que Girona recupere la normalidad que le ha faltado estos meses. Con una mayoría absoluta que garantiza estabilidad, las cuitas con ERC y la CUP, fallidos socios naturales de CDC, por lo menos no afectarán ahora al día a día de la ciudad.