La investidura, acto fallido

CARLES CAMPUZANO

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La investidura de Pedro Sánchez ha sido un acto fallido. No es ninguna sorpresa. Estaba decidido desde el momento que el PSOE y Ciudadanos decidieron escenificar, con pompa y solemnidad, un acuerdo de gobierno... sin tener la mayoría parlamentaria suficiente para investir el candidato a la presidencia del Gobierno. Y ciertamente, estamos ante un escenario inédito en la política española, que no es fruto de la casualidad sino resultado de las profundas transformaciones sociales y políticas vividas en los últimos años.

Y es que los movimientos de fondos que han dado la vuelta la política española, el soberanismo catalán y el "no nos representan" del 15-M, han entrado en el Congreso de manera absolutamente determinante. Y a pesar de que los tiempos están cambiando, parece como si el Partido Socialista no lo quisiera entender. Hoy una mayoría de cambio de verdad en España necesita contar con estas dos fuerzas, sí o sí. La "Gran Coalición", que parece ser la propuesta oculta y preferida del PSOE, no deja de ser una nueva expresión del 'lampedusanismo' de buena parte del establishment español, que todo cambie para no cambiar nada...

Desde una mirada catalana, el cambio que pide el país tiene que ver con dar la capacidad a los catalanes de decidir sobre su futuro político. Nada menos. La lectura de los resultados de septiembre y diciembre del 2015 es muy clara y no deja demasiado margen de interpretación. Hay una mayoría abrumadora en favor del derecho a decidir, que agrupa a la mayoría independentista pero también a los federalistas y confederalistas honestos. Y de hecho, lo que hoy está haciendo imposible la construcción de una mayoría de cambio y la investidura de un nuevo gobierno es la agenda catalana; podríamos decir, parafraseando a Marx, que estos días un fantasma recorre el Congreso y se llama referéndum para Catalunya.

Un fantasma que asusta a los socialistas y los hace tan conservadores en lugar de aceptar que ahora toca dar una salida democrática en Catalunya por la vía de dilucidar cuál es la voluntad de la mayoría de la sociedad catalana sobre el futuro político de nuestro país.

La negativa de Sánchez de no aceptar de facto que la opción de la independencia es legítima lo hace muy igual al PP y C'S, y todo ello es la expresión de la hegemonía autoritaria, heredera del franquismo, que aún domina escena española. Y es que la cuestión catalana es la cuestión democrática de España.

Afrontar el tema catalán pide coraje político y verdadero sentido de Estado y hoy, a izquierda y derecha, no  los encontramos en Madrid, a diferencia de los años de la transición , cuando la audacia e inteligencia política de muchos hizo posible la recuperación de la democracia, la libertad y el autogobierno.

A España le conviene un gobierno que dé impulso a la recuperación económica con un crecimiento sólido, sostenido y sostenible, la creación de empleo, y de empleo de calidad, a recoser una sociedad fracturada por la crisis y reconstruir el ascensor social, a renovar las instituciones democráticas agotadas y envejecidas y dar una salida democrática a los catalanes. De momento, 'el més calent és a l’aiguera'.