Café Amargo

TOMÀS NAVARRO

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Ponme otro café. Sin azúcar. Amargo, como la vida misma. Amargo como mi trabajo, como mi mierda de trabajo. Amargo como mi pareja. Amargo como mis hijos. Amargo como la cerveza que necesito tomarme antes de llegar a casa. Amargo como la amarga sensación de que a todo el mundo le va mejor que a mí.

Con tanta amargura nos focalizamos en buscar chivos expiatorios de nuestro mal humor y nos enfadamos por cualquier cosa. Nos enfada el sol, nos enfada la lluvia y nos enfada el tiempo en general. Nos enfada si el jefe cuenta con nosotros o si no cuenta, si nos da más trabajo o si no nos lo da para no sobrecargarnos.

Con tal sobredosis de amargura nos volvemos más intolerantes y más sensibles y nos molesta todo. Nos molesta nuestra pareja, los niños, el perro, el tráfico y la vida. Pero cómo no va a molestarnos si incluso nos molestamos nosotros mismos.

Incapaces de disfrutar, cada día se torna una tortura. No conseguimos disfrutar de nada. Todo tiene un pero y ese pero pesa más que lo bello de la experiencia. Nos hemos acostumbrado al café amargo y ese café amargo nos deja un regusto en el paladar que todo lo contamina.

Ponle azúcar a tu café. Ponle estevia, sirope, sacarina o cualquier edulcorante. Es más, pregúntate qué sentido tiene que tomes café. Empieza por aquí. Enriquece tu café. Enriquece tu vida. Pasa a la acción. Actúa. Muévete. Quizás no sepas hacia que dirección. No importa. Empieza a andar. Haz algo. Da los primeros pasos. Sal de tu refugio y empieza a andar dándole la espalda al café amargo.

Anda. Literalmente. Por la montaña, la playa o un parque, pero anda ya que cuando lo hagas empezarás a verlo todo más claro. Ponte a pensar, a analizar, a planificar... Sin dejar de andar… A tu ritmo... Poco a poco... Pero no dejes de andar, de crecer y de evolucionar. No te acostumbres al sabor del café amargo. Prueba nuevos sabores, nuevas bebidas, nuevas perspectivas…

No es lo que puedes, es lo que quieres, es lo que crees, es lo que amas y lo que te enamora.

Cambia de trabajo. No hace falta que sea a lo bravo. Puedes hacer un plan de cambio. Trata de conectar de nuevo con tu pareja o plantéate que quizás necesites valorar la continuidad de la relación si realmente no se puede reconducir; pero no olvides analizar qué has hecho tú para que la relación de pareja esté como esté.

Reconecta con tus hijos. Les debes ese esfuerzo. Los has ignorado durante muchos años, incluso les has tratado mal. Asume tu responsabilidad como padre o madre y trata de reconectar con ellos. Busca un momento especial, una merienda, busca la complicidad, haz cosas con ellos los fines de semana. Inclúyelos en tus planes como personas que son, no como meros apéndices,

Enriquece activamente tu vida, nadie lo va a hacer por ti. Endulza tu vida. Y verás como poco a poco, el gusto amargo desaparecerá y podrás disfrutar de todas las oportunidades que nos brinda la vida. Desintoxícate de tanta amargura y empieza a disfrutar. Introduce los cambios que necesitas para ser feliz. Deja de esperar a que te toque la lotería y empieza a trabajar en ti y en tu vida.

No busques un camino, busca un rumbo. A veces no hay un camino, pero si un destino. Confía en tus recursos para llegar a tu destino. No sigas el camino de otros. No intentes lo que otros desean. Levanta la cabeza y busca el lugar en el que quieres estar, vivir y amar…

Tu camino está por descubrir. Tu destino te está esperando. Tienes todo lo que necesitas para conseguirlo. Tan solo tienes que andar… Hazlo porque la amargura es contagiosa y al final acabarás amargado y acabarás amargando a las personas que tienes cerca, a las que se cruzan contigo y a las que te sufren.