Por qué el 'procés' beatifica a Otegi

A ojos del independentismo catalán, una victoria electoral de Otegi en Euskadi pararía los pies a Podemos y desataría una crisis de Estado

Salida de Otegi de la prisión

Salida de Otegi de la prisión / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El nacionalismo catalán vuelve estos días a mirarse en el espejo vasco, ahora fascinado por la épica liberación del reo Arnaldo Otegi tras seis largos años de prisión. "Hoy sale un preso político de una cárcel española", ha proclamado ante la penitenciaría de Logroño el exlíder de Batasuna, en su primer mitin como presumible candidato aberzale a lendakari en las elecciones vascas de otoño. La diferencia entre un preso político y un político preso estriba en que el primero cumple condena por sus ideas y el segundo, por sus actos.

Acogida con cierta frialdad por la prensa vasca, la excarcelación de uno de los artífices del proceso de paz que desembocó en la rendición de ETA apenas congregó ante la cárcel riojana a dos centenares de simpatizantes. Entre ellos, insignes representantes del independentismo catalán: el exparlamentario de la CUP David Fernández, amigo, discípulo y antiguo colaborador de Otegi; el cantante Lluís Llach, diputado y estrella independiente de Junts pel Sí; y Santi Vidal, senador bajo el manto de ERC y juez en suspenso por su afán de compaginar la toga con la redacción de una carta magna para la futura República catalana.

Con la notable ausencia de representantes de Convergència, el 'procés' soberanista se suma al proceso de beatificación de Otegi, oficiado en solitario por la izquierda aberzale. Pero lo hace con objetivos que van mucho más allá de la 'photo opportunity'.

El ajustado triunfo independentista en las llamadas plebiscitarias del 27-S, suficiente para gobernar la Catalunya autonómica pero no para fundar república alguna, restó credibilidad al desafío catalán ante el conjunto de España y el resto del mundo; el problema subyace, pero la amenaza de una abrupta secesión no se antoja inminente.

Junto a ello, el batacazo electoral de Mariano Rajoy y la perspectiva de un nuevo Gobierno minoritario --sea cual sea-- forzosamente más proclive al diálogo que el del PP, arruinan el sueño soberanista de que la Unión Europea acuda en auxilio de los catalanes frente a la opresión de un Estado demófobo.

A ojos del independentismo catalán, una victoria electoral de Otegi en Euskadi amplificaría la tensión territorial en España, hasta el punto de desatar una verdadera crisis de Estado que, esta vez sí, mereciera la atención de la dirigencia europea. Río revuelto en el que el conflicto catalán podría volver al primer plano.

Pero hay más. El triunfo en las generales de Podemos en Euskadi y de En comú Podem en Catalunya constituye una severa amenaza para el tradicional modelo de partidos de ambas nacionalidades históricas. Que el partido morado o los comunes de Ada Colau alcancen la hegemonía en los feudos del nacionalismo supone, para muchos, la peor de las pesadillas, pues alinea a una parte del soberanismo con el proyecto de reconstruir y regenerar España.

El PNV supo capitalizar en las urnas el fin del terrorismo y la pésima gestión municipal de la izquierda aberzale, aunque la irrupción de Podemos, primero, y ahora de Otegi ponen en jaque el balneario en el que, al abrigo del concierto económico, cohabitan el nacionalismo y el socialismo vasco. Que CDC no haya participado de la comitiva de bienvenida a Otegi sugiere que, pese al giro radical de los últimos años, su proyecto de futuro sigue más anclado al moderantismo del PNV que a la estética revolucionaria de la izquierda aberzale y sus cofrades catalanes.