Valió la pena, Chris Rock

RAFAEL TAPOUNET

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Hermosa paradoja la de estos Oscar 2016. En un año en el que el palmarés parecía diseñado para contentar a unos y otros, el maestro de ceremonias se las arregló para incomodar a todos los presentes. Hizo bien. Enfrentado al diabólico encargo de presentar la gala en un momento en que el incendio provocado por la discriminación racial amenazaba con descontrolarse, Christopher Julius Rock III entendió que de un asunto como este no es posible salir airoso con un par de bromas inofensivas y algún guiño apaciguador. No. Desde el primer momento, Rock se metió en el charco hasta la cintura y abrió fuego con un monólogo de esos que no dejan prisioneros.

La industria del cine es racista ("no con un racismo de quemar cruces, sino con un racismo de fraternidad universitaria", aclaró Rock) y el presentador de la 88 edición de los Premios de la Academia quiso poner a la vista de todos esa verdad incómoda, aunque para ello tuviera que incurrir él mismo en algún desliz que bien puede ser señalado como racista (el gag de los tres niños asiáticos a los que presentó como "contables de PriceWaterhouseCooper").

Con sus aciertos (muchos y de altura) y sus errores (menos), Chris Rock insufló vida a una gala que corría serio peligro a causa de la inanidad de algunos de los títulos favoritos y tuvo el coraje de sacudir una platea repleta de millonarios con el ego hiperdesarrollado, que no es un mérito menor (impagables esos primeros planos de estrellas de Hollywood con cara de preguntarse: '¿Debo reírme? ¿Está bien reírse de esto?').

Seguro que hoy Chris Rock no se plantea si mereció o no la pena presentar los Oscar.               

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