IDEAS
Crueldades de la posguerra
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Hace 25 años, la guerra en la antigua Yugoslavia nos hizo cuestionar la condición de europeos civilizados. Ante nuestros ojos, millones de personas vieron cómo su vida normal era transformada y en muchos casos destruida para siempre. Casi de forma instantánea, decenas de escritores en todo el mundo se acercaron a la dimensión humana, política y social del conflicto y crearon un relato desde la ficción. Corresponsales de guerra, observadores, fotógrafos, soldados, víctimas, pueblos enteros: todos eran protagonistas. A menudo esa mirada exterior buscaba la comprensión intelectual, el vínculo con el destino trágico de la Europa central, pero resultaba demasiado sesgada o tópica cuando hablaba de lo cotidiano: la supervivencia diaria, las cicatrices que tardan en sanar. Solo cuando los protagonistas de la guerra pudieron hablar, años más tarde, emergió un relato más crudo y quizá más parcial, pero que equilibraba el compromiso de la ficción con la realidad y lo verosímil.
Entre esos narradores de la posguerra está el croata Zoran Malkoč, de quien Rayo Verde publica ahora los cuentos 'El cementerio de los dioses menores', en traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek. Hace unos años me invitaron a un encuentro literario de Zagreb que celebraba la narrativa corta. En una de las sesiones, Zoran Malkoč (Nova Gradiška, 1967) leyó dos cuentos del libro. El ambiente era festivo, corría la cerveza, pero a medida que él leía con su voz quieta y casi monótona (y los extranjeros seguíamos la traducción en inglés, proyectada en una pantalla), todos nos encogimos en el asiento. Malkoč, que estudió letras y también hizo el soldado, hablaba del día después sin manías: la posguerra en un pueblo croata, los que volvieron y la mente y el cuerpo les hervían con el pasado, las dificultades para sentir como normal la normalidad. Sin embargo, lo más sorprendente era que decía las cosas con una sencillez casi hiriente, sin grandes palabras, con el recurso de la picaresca y con la bestialidad como refugio. Leerlo con calma, ahora, me ha hecho reír y tener la carne de gallina, todo a la vez.
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