IDEAS

La entrevista a una estrella de rock

JUAN VILLORO

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He aquí uno de los géneros más apasionados e ingratos del periodismola entrevista a una estrella de rock. La principal constatación de quienes hemos pasado por el calvario de aguardar a una luminaria en el banquillo de las expectativas es que ningún héroe del alto volumen quiere hablar. Profesionales de la intensidad, quienes secretan adrenalina en un escenario suelen relajarse con otras formas del exceso, de la destrucción de televisores al sexo en cadena, pasando por los paraísos artificiales de las drogas, la caprichosa ingesta de comida chatarra y el acopio de pandas de peluches, motocicletas, castillos medievales y otras variantes del coleccionismo extremo.

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El músico de rock se libera de la posibilidad de ser normal y ejerce su diferencia hasta asumir otra clase de folklore. Nada resulta tan lógico como un rockero ilógico. De él se espera cualquier cosa, menos que sea previsible. No puede querer a su hermano ni cuidar un hámster. Si acaso, como Kurt Cobain, puede tener una hermosa caligrafía, pero sería decepcionante que esas letras perfectamente redondeadas fueran optimistas.

El rock es la extraña actividad donde un cantante decapita bebés de plástico, un guitarrista simula masturbarse con su instrumento y un bajista se abstrae del cosmos con el autismo post-humano de un zombie. En un oficio donde el más tranquilo escupe fuego, la entrevista es una convención tediosa. ¿Es necesario que los desaforados se expliquen a sí mismos? Por supuesto que sí. Durante décadas, Lisa Robinson apareció en los camerinos de toda clase de auditorios para extraer espontáneas declaraciones de quienes, extrañamente, también existen en 'backstage', y Jonathan Cott convirtió sus extensos diálogos con los chamanes de la tribu en auténticos simposios. 

La reciente muerte de David Bowie obliga a pensar en las miles de entrevistas que concedió. En muchas se mostró tan harto, o tan esforzadamente amable, como un futbolista en la zona mixta de un estadio. Pero hubo notables reflexiones y más de una revelación. Al entrevistador argentino Fernando García le dijo: “Prefiero morir antes de ser un clásico”. Unos cuantos años después transformó su muerte en el último mensaje de un clásico.