La lucha contra el cambio climático

¿Un éxito de la política?

La cumbre de París fue un triunfo del multilateralismo, pero ha dejado pendientes temas importantes

ilu-16-02-2016

ilu-16-02-2016 / periodico

JOSEP ENRIC LLEBOT

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estamos asistiendo a una multitud de noticias sobre el clima y su futuro, constatando, por ejemplo, que se está dando un episodio especialmente intenso de la 'Oscilación del Sur', conocida como 'El Niño', que hacia Navidad y en las costas de Perú provoca una disminución muy importante de la pesca y del régimen de precipitaciones. Hoy en día se sabe que el fenómeno perturba sustancialmente los patrones climáticos en muchos lugares del planeta, en algunos acentuando la sequía y en otros produciendo lluvias e inundaciones. También extraña el invierno tan benigno en Europa occidental y en nuestro país. Además, estamos viviendo un periodo especialmente seco. Todo eso lleva a preguntarse si el cambio climático ya está aquí y si se hace lo suficiente para arreglarlo.

VALORACIONES DISPARES

En diciembre tuvo lugar en París la cumbre que debía dar un empujón a la gestión internacional de la mitigación del cambio climático. Y parece que algo se logró, si atendemos a la valoración que de los acuerdos alcanzados hicieron los gobiernos, los medios de comunicación y algunas de las organizaciones ecologistas más representativas. Sin embargo, la valoración positiva no ha sido unánime. El prestigioso científico James Hansen, ahora en la Universidad de Columbia y muy activo en la política climática, ha calificado el acuerdo de París de «fraude» y ha puesto de relieve la contradicción de que, por una parte, los países establezcan el compromiso de mantener el aumento de la temperatura media de la atmósfera muy por debajo de los 2° centígrados, y que por otra las acciones que voluntariamente se comprometen a emprender podrían llevar a un calentamiento que se estima en torno a los 3°. Asimismo, muchas evaluaciones independientes, entre ellas la del Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), señalan desde hace años que el camino para no superar los 2° debe comportar esfuerzos mayores, y que cuanto más tarde se tomen más difícil será afrontarlos.

Esta aparente contradicción, la valoración positiva y el optimismo general, ya la vez la constatación técnica de la insuficiencia del acuerdo para alcanzar los objetivos, fue uno de los temas que surgieron en el transcurso del debate que tuvo lugar a finales de enero en el Palau Macaya de la Obra Social la Caixa. No se puede negar que el documento aprobado en París representa un cambio importante con respecto al protocolo de Kioto. En Kioto se gestionaba el mundo de la última década del siglo XX, con los países desarrollados obligados a reducir sus emisiones y los países en vías de desarrollo sin obligaciones con respecto a ellas. El mundo ha cambiado mucho, y las fuentes emisoras en la atmósfera han crecido en número y en intensidad, y en el acuerdo de París todo el mundo se compromete voluntariamente -con matices- a reducir las emisiones, y se asume el objetivo común de que la temperatura no aumente por encima de los 2°. Se usa una metodología común y se opta por la transparencia y el acuerdo de, periódicamente, volver a hacer balance de los compromisos de los países y evaluar hacia dónde llevan en cuanto a la evolución de la temperatura.

VOLUNTAD DE NEGOCIAR

VOLUNTAD DE NEGOCIARLa ciencia del clima, en tiempos pasados protagonista de este debate, ahora se encuentra en un contexto no discutido. No hay argumento riguroso que discuta ni la existencia del problema ni la causa. Cosa distinta es acordar cómo se debe actuar. Y en este punto, en París surgió la política con mayúsculas, con la máxima intensidad, como ejercicio de diálogo, de confrontación de posiciones y de voluntad de negociar para buscar un acuerdo que contenga los elementos básicos e imprescindibles para alcanzar los objetivos planteados y que sea aceptable por todos: países desarrollados y no desarrollados; cálidos y fríos; insulares y continentales; poseedores de reservas de combustibles fósiles y con pocos recursos energéticos; con poblaciones y sociedades vulnerables o adaptables.

El acuerdo, sin embargo, deja pendientes cuestiones -además de la ratificación- que en la redacción quedan poco concretadas, sobre todo en cuanto a la financiación, fijada en un mínimo de 100.000 millones de dólares anuales que deben aportar los países desarrollados para ayudar a los que están en vías de desarrollo a desarrollar sus políticas climáticas; o el concepto de responsabilidad respecto de las pérdidas y los daños causados por eventos atribuibles al clima, como tormentas o el ascenso del nivel del mar.

Como quedó explicitado en el transcurso del debate, el acuerdo representa una recuperación y un éxito del multilateralismo y la constatación de que se define un futuro a un plazo medio de avanzar hacia una sociedad que utilice cada vez menos recursos no renovables de carbono. Esperamos que así sea.