Por San Valentín

CARLOS OBESO

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San Valentín fue ejecutado por el emperador Claudio II, el 14 de febrero del 269, por casar a soldados profesionales, una práctica prohibida en su tiempo. Por eso es el santo del amor y, en su honor, quiero confesar el mío por  la Real Sociedad FC, que aunque no tenga fisuras, no me ciega hasta el punto de no ver las limitaciones de su juego que, en buena parte, se resume en lanzar centros precisos a la búsqueda de un rematador.

Relacionemos esta asistencia en fútbol con San Valentín: si el que centra tiene un lÍo amoroso con la mujer del que remata, o viceversa, tenemos un problema. Algo que sucedió hace años y que afectó a la eficacia goleadora del equipo. Porque mezclar trabajo y amor, con o sin persona interpuesta, puede ser un mal negocio para las organizaciones. Aunque, 'sensu contrario', si entre el que centra y el que remata se hubiera desatado una pasión amorosa, probablemente, habría afectado en positivo al rendimiento del equipo.

Los expertos en recursos humanos solemos enfatizar los efectos negativos del amor en la oficina, a pesar de que reconozcamos que, en ocasiones, tener un buen trabajo y encontrar en él a la media naranja puede ser el desiderátum de la plenitud con efectos positivos sobre la productividad. Como señaló Sigmund Freud, el amor y el trabajo son los componentes esenciales de la vida.

En cualquier caso, y por encima de las opiniones de los expertos, lo cierto es que el lugar de trabajo físico compite con dignidad con las modernas aplicaciones (apps) virtuales de contactos tipo Tinder, Twine o Grindr, por citar algunas. Por la encuesta anual del Office Romance Survey a 4.000 trabajadores, en los EEUU, sabemos que hasta un 60% confiesan haber tenido durante el año “alguna forma de relación” entre colegas. De ese conjunto, un 10% acaba en una relación relativamente estable. Además, las relaciones se viven con satisfacción aunque un  30% apunte consecuencias negativas.  

Si es así, ¿dónde está el problema? En las consecuencias no deseadas. Si la relación deja de funcionar, ¿compartiré el día a día con alguien a quien ya no quiero, creando tensión con el resto de compañeros? Por otro lado, si alguien sale con un mando superior, no quedará claro si aquel ascenso se debió a méritos propios, generando sospechas entre los propios subordinados. O al revés, puede que alguien no ascienda por tener una relación con un superior. O mucho peor, puede no estar nada claro si la relación es plenamente consentida o lleva incluida cierto abuso de poder. Por no mencionar la distorsión que cualquier relación profesional puede sufrir entre personas que conviven. 

Razones poderosas que demandan un cierto intervencionismo organizativo. Dicho lo cual, si el amor le aparece en su trabajo no me haga mucho caso y ¡atrápelo!

¡Que San Valentín en su día les sea generoso!