La rueda
La gran ignominia
La película 'La gran apuesta' nos recuerda que ninguno de los responsables de la crisis ha pagado por lo que hicieron
Francesc Escribano
Periodista
FRANCESC ESCRIBANO
Si tuviera que destacar lo que define y distancia a la ficción moderna de la ficción de toda la vida diría que la principal diferencia se encuentra en la complejidad de sus tramas y en la ambivalencia moral de sus personajes. Eso significa que cuanto más difícil de entender sea una historia y cuanto más desacomplejadamente inmorales sean sus protagonistas, más moderna y más actual será la película o la serie en cuestión... Que es exactamente lo que ocurre con 'La gran apuesta', una película que se estrenó la semana pasada y que está situada en los años previos a la última gran crisis económica que sacudió al mundo y que en Estados Unidos dejó a millones de personas sin trabajo y a millones de familias sin casa.
La trama es enrevesada y cuesta de engullir. Primero por la complejidad de la historia en sí, y después porque está basada en hechos terriblemente reales. 'La gran apuesta' cuenta cómo fue que un grupo de especialistas en inversiones, al darse cuenta de la putrefacción del sistema y aprovechándose de sus conocimientos y de su visión privilegiada, se hicieron ricos apostando contra la burbuja. Lo peor de la película es que, a pesar de saber que todo es muy real, acabas empatizando con estos personajes, unos individuos que prevén una desgracia y, en lugar de luchar por impedirla, aprovechan la ocasión para beneficiarse de ella. Son cosas de la ficción moderna. Lo mejor es que pone en evidencia a quienes son los principales culpables, unos individuos que desde las más respetables instituciones financieras diseñaron la burbuja con toda la intención. No solo eso, también han diseñado el relato dominante sobre lo que pasó. Un relato que la película contradice. Según Adam Mckay, su director, lo ha hecho porque quiere que la gente se vuelva a cabrear. Lo consigue plenamente. Sobre todo en los rótulos finales, cuando nos recuerda que ninguno de estos responsables ha pagado por lo que hicieron. Cosas de la realidad moderna.
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