¿Ciudades creativas y emprendedoras? Sin música en vivo, no.

FÉLIX ORTEGA

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El sector de la música en vivo está en plena ebullición en Barcelona. La vitalidad de los 80’s y primeros 90’s se apagó (o la apagaron) con el cambio de siglo, y los bares, salas y locales diversos que programan música en vivo, y que en numerosas ocasiones apuestan también por otras manifestaciones culturales, sobreviven a duras penas sin el reconocimiento debido hacia una actividad fundamental.

Como apunta en un artículo Jordi Bianciotto, ninguno de los grandes artistas musicales estaría ahí de no haber tenido garitos donde empezar a mostrar al público sus composiciones. Pero parece haberse olvidado que la música nació de los intérpretes y que la única forma de mostrarla ante una audiencia, en sus orígenes y durante siglos, era a través de su interpretación, no mediante grabaciones. Con finalidad lúdica o simplemente educativa, escuchar y/o interpretar música en vivo es una de las manifestaciones culturales y emocionales más impactantes para el ser humano.

Y de ello son conscientes, o deberían serlo, nuestros responsables políticos, que aprueban leyes y normativas que no fomentan –e incluso restringen- las artes, y en concreto la música. El sector se está rearmando y en las grandes ciudades en especial, surgen iniciativas que correctamente entendidas deberían suponer un punto de inflexión para volver a dotar a la música en vivo de la preeminencia social que merece. En Barcelona, las trabas a la actividad de salas míticas como Heliogàbal, o antaño Màgic, han sido el detonante para que el colectivo se movilice en favor de nuevas políticas culturales para la música en vivo, a través de artículos y foros de debate impulsados por la asociación de salas ASACC y los responsables de Primavera Sound o Taller de Músics, entre otros.  En Madrid, con iniciativas como Queremos Entrar, que reclaman el acceso de menores a los conciertos, y al parecer con éxito.

Barcelona debe apostar por la música en directo como parte fundamental de la identidad de la ciudad. Pero más aún. Si pretendemos cambios, reformas y avances en nuestras sociedades; si perseguimos construir ciudades innovadoras, creativas, emprendedoras, solidarias y educativas, ¿cómo se justifica que los sectores más dinámicos y cohesionadores, como es el caso, no cuenten con incentivos y condiciones adecuadas para cumplir con su función? Porque a todo el mundo le gusta tener un Primavera Sound cerca de casa, pero para llegar a la cima hay que empezar por los cimientos. 

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