IDEAS

El señor de los anillos

JORDI PUNTÍ

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Barcelona es por tradición una ciudad esquiva a la hora de aceptar los cambios en el aspecto público de sus edificios y calles, sobre todo cuando hay artistas de por medio. El debate entre destrucción y conservación del patrimonio ha dado muchos disgustos, pero a su vez ha contribuido a definir la personalidad de la ciudad. Hace un siglo la alta burguesía se escandalizaba con las visiones de Gaudí y hoy quien pone el grito en el cielo, a veces solo porque toca, o “por si acaso”, es la pequeña burguesía. Recordemos el embrollo de hace 30 años por el 'Núvol i cadira', de Antoni Tàpies, la escultura que corona la Fundación del artista.

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Con la crisis y los recortes, los debates urbanísticos habían oscilado hacia la Barcelona de escaparate. La atracción del turismo justificaba todo tipo de barbaridades arquitectónicas, con obviedades miméticas como el Hotel Vela. Ahora, sin embargo, vuelve la polémica estética con la reforma de la fachada del Liceu, que incluirá una intervención del artista Frederic Amat. Ya hay quien recoge firmas contra “la fachada con anillos”, pero lo cierto es que no parece ningún disparate que se actualice un edificio tan anodino en su exterior. Incluso la financiación, por una vez, es modélica, ya que el coste de la obra de Amat (unos 300.000 euros) la asumirá el mecenas Josep Suñol.

Otro asunto es si el proyecto de Amat es el más adecuado. Como fue él quien hizo la propuesta, en cierta forma se ha ganado el derecho. Pero me pregunto si, después de las ollas en la fachada de la Ciutat del Teatre y los ojos en la fachada del Hotel Ohla, en la Via Laietana, los anillos del Liceu crearán un diálogo urbano, como una línea en la trayectoria de Amat, o se verán como una repetición previsible, que cierra el paso a las propuestas de otros artistas emergentes. Amat ha contado que los anillos del Liceu están inspirados en la serie de esculturas 'Pájaros en el espacio', de Brancusi. Está bien. De momento yo me imagino los anillos en la fachada y lo que veo es un lugar ideal para que las palomas y gaviotas se paren a reposar, mientras deciden qué turista de la Rambla es su próximo objetivo.