Un nuevo relato para nuestra política exterior

MIQUEL CARRILLO

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Estos días, la abogacía del Estado debe de estar examinando con lupa la política exterior catalana, en nueva gesticulación contra las veleidades separatistas de la región rebelde. Me imagino una cohorte de estrictos e implacables funcionarios revisando papeles y cuentas, tras la pista de evidencias irrefutables de que el nombramiento de Raül Romeva como 'conseller' d’Afers ExteriorsRelacions Institucionals i Transparència es una vuelta de tuerca más en la espiral del desacato catalán a la autoridad constitucional.

A poco que busquen en las propias fuentes del Estado, se darán cuenta que la realidad de la política pública exterior catalana es tirando a triste: en el 2015 se gastaron 2,48 euros per cápita en este rubro, un 35% menos de la media del conjunto de comunidades autónomas. En lugares como Extremadura (12,01€/per cápita) o Andalucía (5,88€/per cápita) se supera ámpliamente la media estatal de inversión (3,81€/per cápita).

No, lo que ha despertado las alarmas no es que la cooperación catalana, parte importante del capítulo exterior, esté bajo mínimos presupuestarios, obviando las obligaciones que tenemos también desde aquí en contribuir a la lucha contra problemas globales, sumando al conjunto estatal.

Lo peligroso es que, de repente, esta política pública autonómica cobre el máximo rango en el nuevo ejecutivo catalán, en la dinámica actual. Y pueden estar preocupados, por supuesto, porque el relato es precisamente ese, por lo menos hasta ahora. Poco después de ser nombrado, el exparlamentario europeo no lo desmintió, precisamente, al situar la explicación del proceso catalán en las cancillerías internacionales como una de sus prioridades y señalar al Diplocat como la herramienta para este cometido.

Seguramente sea absurdo pensar que un gobierno con un mandato independentista no haga eso. En opinión de las organizaciones que nos dedicamos a luchar a favor de la justicia global, lo que se le debe hacer ver a Romeva y a su flamante nuevo equipo es que ese relato tiene mucho margen para enriquecerse y cumplir con el mandato de la sociedad catalana que, en su complejidad, no se limita a la voluntad de explicar el 'procés' allende las fronteras. Catalunya se desespera por no estar dando una respuesta a las columnas de refugiados que atraviesan media Europa entre la nieve o en botes hinchables. Catalunya no entiende por qué no se hace algo para acabar con las guerras que están expulsando a toda esa gente de sus países, y no comprende cómo no se ayuda a pueblos como el kurdo, machacados en sus ansias de autogobierno aprovechando el marasmo del conflicto, a pesar de luchar en el mismo bando que Occidente. Catalunya todavía no sabe qué vamos a hacer para evitar el trabajo infantil en la manufactura de nuestros móviles o si vamos a aportar algo en la lucha contra el cambio climático.

Mucha gente puede pensar que esas cuestiones y muchas tantas son competencia exclusiva del Estado español, o que sólo se pueden abordar desde la existencia de un nuevo Estado, y demasiadas veces hemos caído en la tentación de explicar nuestra parálisis exterior a cuenta de ambos posicionamientos. Los municipios y el gobierno catalán ya han demostrado en el pasado, con ejecutivos de todo color, que se puede actuar y aportar en ese terreno de juego. Y ahora toca volver a hacerlo, coordinando y corresponsabilizando a todas las administraciones, dotándose de las estructuras necesarias. ¿Vamos a tener, por ejemplo, una Oficina de Promoción de la Paz y los Derechos Humanos realmente operativa y a la altura de las circunstancias actuales?

En este u otro nuevo, siempre serán de Estado, y siempre necesarias. Incluso en la lógica independentista, es absurdo obcecarse en tener una república cicatera e insensible al contexto político global, si se quiere ser reconocido algún día en él.

Sin duda y por méritos propios, el nombramiento de Raül Romeva como 'conseller' es una buena noticia y una gran oportunidad para construir ese relato real de nuestra voluntad de estar en el mundo, no sólo de explicarnos, y sabe que puede contar con nosotras. Catalunya no puede ser solo una agencia comercial en busca de mercados o un teletipo procesista, es mucho más.