opinión

Blanquerna, el juicio a mucho más que un escrache

Los ultras que asaltaron el centro cultural Blanquerna de Madrid, en el banquillo de los acusados.

Los ultras que asaltaron el centro cultural Blanquerna de Madrid, en el banquillo de los acusados. / EFE / MARISCAL

XAVIER RIUS

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Esta semana se ha celebrado las cuatro primeras sesiones del juicio a 15 ultras por el ataque en el Centro Cultural Blanquernasede de la Generalitat en Madrid, el once de septiembre del 2013. Acción significó la presentación pública y mediática de La España en Marcha, un intento ya fallido de aglutinar la ultraderecha franquista, falangista, neonazi y nacional-revolucionaria, con la confluencia y unidad de acción de Democracia NacionalAlianza Nacional, una de las tres Falanges -La Falange FE, Nudo Patriota Español, y Movimiento Católico Español.

Grupos que con la repercusión mediática de aquella acción que tuvo lugar horas después del éxito de la cadena humana de la Vía Catalana, se colocaron en primera línea de los que desde España rechazaban el Proceso catalán hacia la independencia.

Y cuatro semanas después, ponían en primera plana informativa el acto ultra, hasta entonces marginal, de cada 12 de octubre en Montjuïc. En aquel acto intervino el general Blas Piñar Gutiérrez, hijo del histórico Blas Piñar de Fuerza Nueva que, con el currículum de abogado y general que comandó las tropas españolas en Bosnia y, posteriormente en 2005, fue jefe de la delegación española en en Comando Central norteamericano de USCENTCOM, en Tampa, Florida, se convertía en la persona idónea para encabezar la candidatura ultra en las elecciones europeas.

Pero en aquel acto de Montjuïc, La España en Marcha comenzó su crisis autodestructiva, cuando el líder de Alianza Nacional, Pedro Pablo Peña, condenado por intentar lanzar cócteles molotov a un autocar que llevaba familiares de presos de ETA, hizo un llamamiento a la lucha armada y la respuesta violenta frente el proceso catalán. Aquello motivó días después una dura descalificación del presidente de Democracia Nacional, Manuel Canduela, que dijo que parecía que Peña pidiera que se detuviera ya los líderes de La España en Marcha y la ilegalizara, lo que motivó una dura descalificación personal Peña hacia Canduela. Y la posibilidad de que el general Blas Piñar encabezara la candidatura a las europeas de mayo del 2014 se desvaneció y Democracia Nacional se presentó por su cuenta, al margen de La España en Marcha. Unas elecciones en las que, a diferencia de lo que ocurrió en la mayoría de países europeos, los divididos grupos ultras españoles sacaron unos pésimos resultados.

En el juicio de esta semana los quince acusados comparecieron sin una estrategia común de defensa. Y así, mientras trece de ellos se negaron a responder a las preguntas de la acusación particular, ejercida por el grupo parlamentario de CiU, por la Generalitat y por TV3 -por cámara agredido-, otros dos, el vicepresidente de Democracia Nacional, Pedro Chaparro, que tiró al suelo el micro y agredió al cámara, y el falangista Juan Luis López, que está acusado de agredir y amenazar al delegado de la general, Josép M. Bosch, sí lo hicieron.

Todos quince, a preguntas del fiscal y sus abogados han declarado que la acción se organizó de manera espontánea desde las redes sociales para protestar contra un acto independentista que se hacía en Madrid, y que sólo fue una acción pacífica similar a los scraches de la Plaforma de Afectados por la Hipoteca. Y por este motivo, sus abogados piden que, como mucho, los hechos sean considerados una falta.

Tal como está yendo el juicio parece poco probable que se condene a los quince acusados a los 16 o 17 años que piden las acusaciones, pero sí que cinco de ellos acaben con condenas de tres o cinco años de prisión. Me refiero al falangista Jesús Fernando Fernández, que iba con la cara tapada, empujó y agredió al entonces diputado de Unió, Josep Sánchez Llibre, y se la ha identificado como el que tiró gas pimienta irritante; Juan Luis López, que habría zarandeado y amenazado al delegado de la Generalidad; Pedro Chaparro que tiró el micro al suelo y agredió al cámara de televisión; y Tomás Bor que, sorprendiendo a todo el mundo, reconoció haber sido él quien rompió a patadas la puerta del local.

En la sesión del jueves, en la que declaró el ya ex diputado de UDC, Sánchez Llibre, las organizaciones ultras convocaron a recibirlo en la puerta de la Audiencia de Madrid con pancartas y gritos contra el separatismo, algo irónico cuando los diputados catalanes que eran aquel once de septiembre en Blanquera eran socialistas o de Unió que, al no compartir el carácter independentista de la Vía Catalana, prefirieron quedarse en Madrid. Como se ve en las imágenes cuando se empuja a Sánchez Llibre, tiene a su lado a los diputados socialistas Joan Rangel, Teresa Cunillera y Roman Ruiz, y es Rangel uno de los que lo coge del brazo y lo detiene cuando el democristiano tiene la instinto de perseguir al ultra.

En las sesiones de esta semana, que han comenzado con retraso por la demora de algún acusado residente fuera de Madrid, se han producido largas esperas en los estrechos pasillos, generando aquellas situaciones tensas y cómicas en que, como el camarote de los Hermanos Marx, acusados y acusadores coinciden en un espacio reducido. Y el jueves se produjo una situación de estas que tanto jugo daría en un programa de humor. Así el acusado Juan Luis López -el que sacudió y amenazar al delegado de la Genarlitat- coincidía codo con codo con Sánchez Llibre a los urinarios. Y López le dice educadamente que sólo hicieron una acción pacífica contra los independentistas como usted que quieren romper España, a lo que Sánchez Llibre respondió: "Yo independentista? Soy De Unió y precisamente por no ser independentista, ahora ya no soy diputado!".

Ahora habrá que ver el lunes que se visionarán los tres videos del ataque, como los valoran los abogados de la defensa que repetirán que aquello sólo fue un escrache, y qué dicen los abogados de la acusación. Los días siguientes el fiscal, las tres acusaciones y los abogados de los quince harán sus conclusiones, y las penas que pida el fiscal serán muy indicativas de cómo irá la sentencia. Y aunque finalmente sólo cuatro o cinco acaben en la cárcel, no olvidemos que miltiants de algunas de estas organizaciones como Democracia Nacional o Alianza Nacional han sido condenados y están a han estado en la cárcel por actos como apuñalar a un joven antifascista en el metro, por intentar matar a un antifascista en Manresa o por intentar quemar un autocar con familiares de presos de ETA. Evidentemente el ataque de Blanquerna fue algo muy diferente. Pero se reventó de manera violenta un acto pacífico que, precisamente porque los agredidos no respondieron con el mismo lenguaje, no fue a más.