Saltarse (o no) la pared

Puigdemont deberá elegir: precipitar el choque con el Estado o dilatar los plazos y hacer pedagogía sobre la inviabilidad de la independencia unilateral

Puigdemont asegura que la hoja de ruta sigue "inalterable"

En el discurso del pleno de su investidura, Carles Puigdemont aseguró que la hoja de ruta sigue "inalterable" y que el programa que él presenta es el mismo que en su día presentó el presidente Mas. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Lograr la independencia de Catalunya en 18 meses, según la hoja de ruta trazada por el Parlamenthoja de ruta, es el monumental desafío que afronta Carles Puigdemont, 130º 'president' de la Generalitat. Como 'sherpas' del ascenso al Everest, Puigdemont y el vicrepresidente Oriol JunquerasOriol Junqueras tendrán que sortear numerosos obstáculos financieros, jurídicos, políticos y cívicos. Deberán medir bien sus pasos y acertar en el cálculo de los costes y beneficios, pues ambos quedarán en herencia para las generaciones venideras.

Financieramente, Junqueras deberá elegir entre el posibilismo académico de Mas-Colell y el ardor revolucionario de Varoufakis. El 'diktat' de la austeridad y los recortes a cambio de la liquidez del FLA o romper la baraja con Madrid y Bruselas a costa de dejar sin blanca a la Generalitat. Un baño de realismo que pondrá a prueba la facultades retóricas del líder de ERC.

Jurídicamente, el proceso constituyente y las estructuras de Estado chocarán con la granítica muralla del Constitucional, que las dejará en suspenso sancionando cualquier desobediencia. Agotados los cauces legales, el 'president' Puigdemont y sus socios afrontarán el gran dilema de esta legislatura: saltarse la pared, exponiendo a los funcionarios a penas de inhabilitación y al autogobierno, a la suspensión, o acatar el bloqueo institucional, agitándolo para ampliar la todavía insuficiente base social del independentismo.

Dañar la convivencia

Políticamente, la presión de la CUP en el Parlament para que se ejecute con premura el prometido plan de ruptura amenazará la cohesión del Govern, esposado a un programa maximalista de imposible cumplimiento. Cuanto más veloz avance la locomotora independentista, antes llegará la colisión con la del Estado. Y con ella, el precipitado fin de una legislatura que habrá truncado tantas esperanzas legítimas como espurias ensoñaciones.

Y cívicamente habrá que elegir entre tensionar más el país, a riesgo de dañar la convivencia, o dilatar los plazos y hacer pedagogía entre convencidos y detractores, reconociendo que la independencia unilateral nunca fue viable, pero aún menos con el 52% de los catalanes en contra.