Boulez, un transgresor en Bayreuth

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ROSA MASSAGUÉ

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¿Qué hacía en Bayreuth, el templo de la ortodoxia wagneriana, un iconoclasta como Pierre Boulez, un compositor que había incluso reñido con su maestro de armonía, Olivier Messiaen, por demasiado convencional? ¿Cómo era posible saltar de Darmstadt, la incubadora del dodecafonismo y de su derivación serialista, a la pequeña ciudad provinciana bávara donde reinaba un cánon impuesto ocho décadas atrás por la viuda de Richard Wagner y mantenido a rajatabla por su nuera y amiga de Hitler, Winifred?

La respuesta directa que daba el mismo Boulez era: "Acabar con la llamada tradición", enterrar los viejos manierismos que se van reproduciendo y transmitiendo. Sus cómplices en esta operación de derribo eran los nietos del compositor alemán, los hermanos Wieland y Wolfgang, responsables del teatro de Bayreuth, que habían tenido que eliminar toda huella nazi creando el llamado 'nuevo Bayreuth' para poder reabrirlo en 1951.

Boulez, ¡un francés!, llegó al templo wagneriano en 1966 para dirigir 'Parsifal' en una producción que firmaba Wieland quien moriría aquel mismo año. El primer impacto que dejó el director fue el 'tempo' que marcó al "festival escénico sacro", como el propio Wagner llamó a su obra. Era un 'tempo' ligero que acortaba desde 15 hasta  50 minutos la duración de la obra en relación a sus antecesores en aquel foso, Hans Knappertsbusch o Wilhelm Furtwängler. Para el director, era la conjunción de texto y música lo que le llevó a reducir el tiempo y negaba que su punto de partida fuera un ejercicio de rapidez.

Boulez dirigió toda la serie del 'Parsifal' con la puesta en escena de Wieland, desde su estreno hasta la última, en 1970. El director francés regresó a Bayreuth en 1976 llamado por Wolfgang Wagner para ponerse al frente de un reto de gran envergadura, la tetralogía 'El anillo del nibelungo' con la que el festival iba a conmemorar el centenario del estreno de la obra. Era un reto mayúsculo que Boulez aceptó encantado. Había solo un problema, el proyecto se quedó sin director de escena. Ahí, el compositor francés tuvo una inspiración que tendría unas consecuencias extraordinarias no solo para el templo wagneriano, sino para la forma de interpretar la ópera a partir de entonces. 

Boulez se acordó que su hermana le había mencionado el nombre de un joven director teatral que empezaba a despuntar en Francia. Era Patrice Chéreau. Como el tiempo apremiaba, Wolfgang 'compró' la propuesta casi a ciegas. Tras un estreno protestado incluso de forma violenta, aquel 'Anillo del nibelungo' se convirtió rápidamente en la producción de referencia de la segunda mitad del siglo XX.

Cuarenta años después de su estreno, cuesta imaginar que aquel 'Anillo' fuera tan revolucionario en su día, y nos cuesta porque la nueva forma de ponerse frente a aquella obra larga y muy compleja, tanto desde el punto de vista musical como escénico, creó escuela. Aquella tetralogía con Boulez al frente estuvo en el cartel de Bayreuth hasta 1980 y de momento no ha sido superada por las varias que se han montado después en el festival wagneriano.

Wolfgang Wagner reclamó nuevamente los servicios musicales de Boulez en el 2004. Al nieto del compositor no le asustaba la iconoclastia y sabía que había que combinar tradición con modernidad. La producción del último 'Parsifal' llevaba su firma y no había sido un gran éxito ni musical ni escénico. Para la nueva puesta en escena de aquella ópera optó por un joven director austríaco, Christoph Schlingensief, protagonista de polémicas por sus creaciones atrevidas y transgresoras.

Aquel 'Parsifal' fue de muy difícil digestión y fue con esta ópera, la misma con la que Boulez había empezado su colaboración con Bayreuth tres décadas atrás, con la que el director se despidió del festival. El 23 de agosto del 2005, cuando cayó el telón de aquel drama sacro por última vez en aquella edición del festival, el director se despidió del público de Bayreuth que le rindió un larguísimo, caluroso y emocionado aplauso. Este mismo público dedicó los mayores abucheos que yo haya oído en Bayreuth a Schlingensief. Boulez, generoso con el austriaco pero también conocedor de su valía, no dejó que volviera a salir solo a saludar. Ambos tuvieron que aparecer varias veces y Boulez no soltó la mano del director de escena.

La parca quiso que Boulez sobreviviera a los diirectores de escena con los que había trabajado y  con los que, juntos, revolucionaron escénicamente Bayreuth. Primero se fue Wieland Wagner (1966), después Schlingensief (2010) y el último, Chéreau (2013). Ahora ha sido su turno.