La rueda

La CUP ante la CUP

Cada proyecto político requiere herramientas adecuadas a su dimensión y especificidad

ENRIC MARÍN

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Dolors Camats ha dicho que la CUP no puede permitir la investidura de Artur Mas «por coherencia». ¿Coherencia con qué? ¿Quizá la CUP dijo solemnemente en campaña que prefería provocar nuevas elecciones antes de tolerar la investidura de Mas? En realidad, los términos del debate son otros. Se pueden sintetizar en tres cuestiones. ¿Tiene sentido desvincular emancipación social y emancipación nacional? ¿Es imaginable una transformación social sin ruptura democrática? Y también, ¿es lógico condicionar el proceso constituyente catalán a un hipotético proceso constituyente español?

Las respuestas que reciban estas preguntas perfilan estrategias y tácticas. Y no se pueden responder con recetas ideológicas. Es cierto que la política sin valores y sin ideología es gestión oportunista. Pero también es cierto que la ideología que sustituye a la política fundamentada en el conocimiento crítico de la realidad toma la forma de dogmatismo prepolítico.

La gestión que la CUP ha hecho de los resultados del 27-S ha sido manifiestamente torpe. Para mucha gente, inesperadamente decepcionante. Esto provoca y provocará reacciones de irritación que pueden ser muy injustas. Por un lado, la CUP no es la única organización soberanista que ha cometido errores. Y, por otro, quizá el buen trabajo parlamentario de la CUP levantó demasiadas expectativas.

El hecho es que cada proyecto político requiere unas herramientas organizativas adecuadas a su dimensión y especificidad. Con la vista en el objetivo de la independencia, la ERC del 2008 no era herramienta bastante útil. Como tampoco lo era una CiU instalada en la ambigüedad. Y, ahora, la CUP del 2015 tampoco parece una herramienta bastante adecuada. Aunque solo sea por el hecho de que le cueste entender que las razones morales no garantizan necesariamente la razón política.