A París se llega en tren

Ecologistas se manifiestan por París para reclamar un acuerdo contra el cambio climático.

Ecologistas se manifiestan por París para reclamar un acuerdo contra el cambio climático. / periodico

MIQUEL CARRILLO

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El enlace del AVE con Zamora se inaugura el día después de que el robo de unos cables de cobre haya hecho caer buena parte de la red de cercanías alrededor de Barcelona. La cuestión no es ya quién tiene la culpa, si RENFE o cualquiera de las administraciones públicas que han puesto sus zarpas encima de todo esto, o si el Gobierno Central hace electoralismo decimonónico, aunque sin el protocolario corte de cinta. El problema es el modelo de movilidad y de paso, energético, que reside en el marco de esta visión doble.

Que la mayor parte de la inversión en transporte ferroviario siga destinándose al tren de alta velocidad, que no tiene un uso ni una demanda creciente en la ciudadanía y que además apenas se aguanta económicamente, sólo se puede explicar por las buenas fotos que genera en la prensa. Viste mucho inaugurar una estación en Zamora, y ya ni hace falta la instantánea porque al leer la noticia, cualquiera se la imagina, de tantas veces que la hemos visto desde que comenzó la fiebre de nuevos ricos en la Península. Esto lo dice alguien que se maravilla cada vez que coge el AVE a Madrid, y son unas cuantas al año, que conste. No, si está muy bien, como conectar ciudades secularmente olvidadas del resto del mundo. Nadie niega el efecto estructurador en el territorio, o el ahorro energético y el impacto de las emisiones de CO2 comparado con el transporte aéreo o el coche: de 71 y 63 kgCO2/pasajero, respectivamente, a 14 haciendo un Barcelona-Madrid .

Pero, al otro lado de esta imagen estereoscópica, no acabamos de ver la foto que toca y que afecta a la mayor parte del personal, que diariamente va en cercanías a sus ocupaciones. Cualquiera entra en sus instalaciones y con un destornillador puede poner patas arriba el transporte de miles de personas, y eso que estamos en nivel cuatro de alerta antiterrorista. Este es el nivel de desidia, más allá de la falta de inversiones y de la planificación sesgada hacia un ferrocarril para un país con otro poder adquisitivo y más preocupado por parecer lo que no es.

París y a sus compromisos en materia de reducción de emisiones se llega en transporte público. Las cercanías y el metro (aún más el autobús, cierto) reducen a la mitad nuestra dependencia petrolera y sus impactos respecto al tan querido y subvencionado parque automovilístico. ¿De qué sirve montar un fondo, el enésimo, de compensaciones para los países en desarrollo, que todo el mundo sabe que después de Reyes nadie recordará que hay que pagar? Es la misma operación mediática de siempre, intentar solucionar con grandes titulares lo que hay que cubrir con políticas del día a día. El tren que llega hasta l'Hospitalet no es tan chic como el que va a Atocha, ya lo sabemos, pero es con este que se alcanzarán unos compromisos que, por otra parte, todo el mundo también sabe que son insuficientes.

No sé ustedes, pero no he oído nada interesante en esta campaña que acaba sobre cómo deberían ser las políticas públicas en los próximos años para redireccionar nuestro modelo económico, ambiental y energético. Y mientras no sea el quid de la cuestión, aquello que nos hace elegir un gobierno u otro, y luego, una vez elegido, la máxima preocupación de éste, no estamos entendiendo nada. Me gustaría oír hablar sobre qué hacemos realmente para ahorrar energía con la misma intensidad con la que se ha discutido del proceso soberanista en Catalunya. Y, sin embargo, siento que no acabamos de coger el tren que nos lleva en la buena dirección.