Al contrataque

La sopa de verduras

Catalunya, en plena campaña electoral, es más que nunca una apestosa sopa de verduras que debe ser evitada como sea

Mariano Rajoy y Pedro Sanchez en el cara a cara de la Academia de Televisión moderado por Manuel Campo Vidal.

Mariano Rajoy y Pedro Sanchez en el cara a cara de la Academia de Televisión moderado por Manuel Campo Vidal. / periodico

ERNEST FOLCH

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Catalunya es la nueva sopa de verduras. En el fantasmagórico debate entre Rajoy y Sánchez, que pareció una sesión de espiritismo para resucitar unos minutos la Transición fallecida, Manuel Campo Vidal intentó hasta cinco veces, cinco, conseguir que sus dos niños hablaran de Catalunya, y recibió como respuesta cinco fintas, cinco, porque Catalunya, en plena campaña electoral, es más que nunca una apestosa sopa de verduras que debe ser evitada como sea. Los dos alumnos prefirieron los chuches de la corrupción y las interpretaciones tramposas de la economía, temas dulces y fáciles que sus asesores prepararon con el éxito ya conocido por todos. Pero, ¡ay!, Catalunya es estos días un asunto que da tanta pereza que en un debate donde los dos candidatos chocaban en todo se pusieron sorprendentemente de acuerdo y a toda velocidad en las muecas de asco que hacían cuando el profesor Vidal les plantaba la sopa de verduras delante de las narices.

Rajoy tuvo el previsible arranque a favor de la unidad de España y en plena euforia se permitió una aclaración definitiva: «No voy a permitir un referéndum», a lo que Sánchez replicó, esta vez en total acuerdo: «Yo tampoco». El moderador intentó el último recurso de la interpelación directa, y cuando el líder socialista parecía al fin acorralado optó por cambiar de tema y seguir con la corrupción, como el niño que hace ver que ni siquiera ve la cucharada de sopa que la madre le pone ante los mismísimos labios. Hasta que finalmente, harto de que los niños le torearan, Campo Vidal suplicó delante de toda España -«Les pido un minuto para Catalunya»- como la madre derrotada que acepta que sus niños prueben la sopa con la punta de la lengua y sabiéndose vencedores.

Un minuto de 120

Lo que dijeron los dos en aquel minuto ya a nadie le importa, puesto que lo sustancial no era explicar qué pasaría con Catalunya sino precisamente esconder debajo de la mesa sus inexistentes planes respecto al procés. Resulta que un 48% de catalanes acaban de votar a favor de irse de España, poniendo en jaque la unidad territorial, el modelo de nación, y su economía entera, y cuando llega el gran cara a cara de las elecciones en las que, nos dicen, deben servir para arreglar el mal llamado problema catalán, de 120 minutos de debate, se le dedica uno, forzado por el moderador y tras cinco intentos fallidos. O lo que es lo mismo, un espectacular 0,8% del tiempo total.

No es casual que en esta aldea de la Galia las encuestas digan que los protagonistas del cara a cara pueden ocupar el domingo el quinto y sexto puesto en Catalunya. Y es que por mucho que quieran evitarla, la sopa de verduras seguirá en la mesa, humeando, esperando que alguien empiece a comérsela. Las sopas son como los problemas: se pueden evitar pero no hacer desaparecer.