Sin luz a final del túnel

El robo de cobre no explica todos los problemas de la red de Cercanías de Catalunya

Varios usuarios salen de la estación de Renfe de Mollet Sant Fost.

Varios usuarios salen de la estación de Renfe de Mollet Sant Fost. / periodico

BERNAT GASULLA

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Los usuarios catalanes de la red de Cercanías tenemos, sin habérnoslo propuesto, un doctorado cum laude. El de colapsos ferroviarios. Son muchos años de prácticas. Hemos pasado por todo tipo de experiencias. Socavones causados por las obras del AVE que tardó tanto tiempo en llegar a Sants, averías continuas por una red móvil obsoleta o por unas catenarias dignas de otras épocas. Vamos, que hemos aprendido muchísimo sobre trenes, frecuencias de paso, tendidos férreos, transformadores y tuneladoras. El mosqueo ciudadano acumulado durante años motivó una de las manifestaciones más importantes recordadas en Barcelona, poco antes de la cadena de marchas independentistas. Eran las épocas de portadas de EL PERIÓDICO con oscuros túneles con una lucecita al final de las tinieblas.

Ahora nos vamos a doctorar en otra especialidad. El robo de cobre. Este martes, varias líneas se han visto afectadas por los devastadores efectos del intento de robo de 360 metros de cable 360 metros de cable. Sí, 360 miserables metros han puesto patas arriba buena parte de la red ferroviaria del área metropolitana de Barcelona. Uno no es nadie para poner en duda explicaciones, y menos las oficiales, pero uno tampoco puede evitar que le asalten algunas preguntas:

¿Por qué hay más robos de cobre en Catalunya que en otras zonas?

¿Por qué un sabotaje, por menor que sea, pone en jaque todo un sistema de transporte?

¿El problema de seguridad puede camuflar las evidentes deficiencias de las infraestructuras ferroviarias?

Lo dicho. Los usuarios de Cercanías tenemos muchos callos. Y cuesta ver la luz a la salida del túnel.