ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Los amigos primero

Dominical opinión Trueba

Dominical opinión Trueba / periodico

David Trueba

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aunque hay versiones contrapuestas sobre la solidez de las amistades, después de la crisis financiera está probado que no hay mejor inversión en la vida que la amistad. Necesitada de menos fidelidades ni feligresías que otras instituciones, la amistad se alza entre las ruinas de nuestros ideales de vida como un faro potente. Si para Ambrose Bierce era un barco en el que cabían dos cuando había buena mar, pero solo uno si llegaba la tempestad, para Georges Brassens la amistad era precisamente el barco que nunca zozobró, que nunca perdió la consistencia para sortear las peores olas. La frase más brillante, cómo no, fue de Pascal, cuando aseguraba que a nadie le entristece del todo la desgracia de un amigo. Para muchos, esa sentencia es de una perversión insoportable, cuando, analizada fríamente, viene a querer decir lo contrario de lo que aparenta. Es en la desgracia cuando el amigo puede venir a ejercer de bálsamo. Nada concita más la pasión de un amigo que devolverle la alegría a quien estima, poder estar ahí cuando todo pinta mal, traer algo de luz en los periodos de sombra. Es en esos momentos cuando el amigo se siente útil, despojado de invitación a tantos otros instantes de plenitud de la vida de quien estima.

Pero hay algo que interesa destacar de la amistad en los momentos de duda ideológica, de dificultad para encontrar la verdad esencial entre tantos conflictos que nos salen al paso. Hace muchos años que aprendí de un amigo un método eficaz para encontrar la opinión justa ante cualquier disyuntiva. Me dijo: no opines sobre nada antes de consultar a un amigo que piense lo contrario que tú. Extendiendo ese reguero he tratado de personificar en mis amigos los grandes conflictos, hasta el punto de que no me considero autorizado para buscar una solución entre dos bandos si no tengo un amigo en ambos. Sembrar amigos en territorios diversos te ofrece una perspectiva única para desactivar los discursos excluyentes, para quitarle peso a las fronteras y solo creer en la absoluta libertad. No se me ocurre una mejor estrategia para obtener una vista general del delirante mundo en que vivimos que apostar por ella.

La amistad no obliga a compartir las pasiones, y no son pocos los grandes amigos que se avergüenzan a ratos unos de otros, o que se pasan el día sacándose de líos, estableciendo un acuerdo de mínimos, rehuyéndose y hasta afeándose la conducta impropia. Pero nada mejor que tener un amigo en cada trinchera para oponerse al absurdo de la guerra, del enfrentamiento, de la división, para establecer un corredor de paz, de concordia, para, sencillamente, poner en funcionamiento ese verbo tan desusado que se resume en entender. Los amigos son una evidente riqueza emocional y humana, pero no siempre valoramos lo suficiente que sean distintos, distantes y hasta disfuncionales. Los amigos son la única ideología que comprendo, la única bandera que podría colgar del balcón, al único entierro al que asistiría si no fuera porque la exaltación de la amistad, escalón ineludible si te gusta emborracharte de la vida, me obliga a festejar siempre mucho más la existencia que su final. Al día de hoy no quiero resolver ninguna duda si no tengo un amigo en cada lado de la balanza, me resulta el único método para no caer en el dogma ni en la insolencia. Por cierto, la insolencia es el atrevimiento y la desmesura, pero también suena un poco a soledad.