Si quieres que tu empresa funcione mira a las personas

Imagen de la empresa Frit Ravich

Imagen de la empresa Frit Ravich / periodico

TOMÀS NAVARRO

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Tenemos un mal endémico en nuestras empresas que no nos permite ser competitivos y pretendemos arreglarlo dando palos al aire. Nos preocupamos por la retención del talento cuando nada tiene que ver con lo que nos ocurre. Cuando nos preocupamos de retener el talento ya vamos tarde. El talento no se retiene, se le atrae, se le invita y se le muestra lo estimulante que va a ser trabajar conmigo. Luego se cumplen las expectativas que le he generado.

Nos preocupamos por motivar al personal. Nada, otro palo al aire, otro cartucho quemado. No tenemos que motivar al personal, en absoluto. Cuando queremos motivar al personal, de nuevo, estamos haciendo tarde y tirando el dinero. Al personal, con no desmotivarlo cuando empieza a trabajar repleto de ilusiones ya basta. Cualquier euro invertido en motivar al personal es un euro perdido ya que su acción es tan efímera como la niebla en el valle…

Algunos Gurús apuestan por  la incentivación. Nada, de nuevo, olvídate de incentivar. El incentivo es una especie de chantaje o extorsión elegante sin fin. Hay suficientes personas motivadas por trabajar como para tener que andar incentivando o convenciendo a otras de que lo hagan. De nuevo estamos llegando tarde, cuando tenemos que recurrir a un plan de incentivos, lo único que estaremos haciendo es intentar retener a zombis que ya hace mucho tiempo que tienen el alma y la mente en otro lugar.

Hay quien apuesta por los planes de carrera. Nada, aquí no está el problema. Olvídate de los planes de carrera. Necesitamos a empleados vitales e inquietos capaces de crear una carrera estimulante dentro o fuera de la empresa. Al final un plan de carrera es como una hipoteca que intenta retener a alguien a partir de lo que suponemos que hará en el futuro.

Vale muy bien, entonces ¿Dónde está la clave? Sin ningún afán de sentar cátedra, intentaré exponer muy sencillamente lo observado a lo largo de mis casi 20 años de experiencia trabajando con empresas de muy diferentes sectores, de más de 20 países diferentes, observando y trabajando con presidentes, operarios y todo lo que pueda caber en medio.

Voy… De manera muy sencilla y clara: Estamos demasiado ocupados mirando hacia arriba y nos olvidamos de mirar hacia abajo y hacia los lados. Buscamos desesperadamente una promoción a cualquier precio y en vez de ganarla por méritos propios, lo que hacemos es estar pendientes de las oportunidades, posicionarnos cerca de la persona influyente, haciéndole la pelota a los ‘stakeholders’ o creando ‘lobby’ para que nos tengan en mente.

Si hace falta mentir, pues se miente, ya se sabe, un excel lo soporta todo y las desviaciones se pueden camuflar fácilmente a los ojos de un superior que posiblemente también esté mirando hacia arriba. Si hace falta encajar el presupuesto pues se encaja, se aprieta más al personal y para cuando exploten yo ya estaré en otro lugar disfrutando de mi merecido ascenso. Si hay que colgarle el santo a otro, pues nada, que espabile, que esto es una carrera, no, esto es la guerra y tengo que ganarla a cualquier precio.

Al final, los mejores líderes, de los de verdad, los que la gente ama y respeta, lo único que hacen es mirar hacia abajo y hacia los lados y ocuparse de sus responsabilidades. No suelen llegar muy lejos, ya se sabe, están demasiado ocupados trabajando como para darse autobombo, o marca personal que se llama ahora. Los líderes de verdad basan su capacidad de influencia en el respeto y en la responsabilidad y tratan a las personas como personas, no como instrumentos con los que conseguir sus perversos objetivos. Los líderes de verdad saben que su equipo piensa, hace y siente y se preocupan de que sientan emociones positivas, de que se sientan felices en el trabajo y de que sean responsables de la misma manera que él lo es.

Una persona feliz trabaja más y mejor, se involucra, está motivada y aporta lo mejor de ella misma. Además está mas creativa, tiene más visión, analiza mejor y su rendimiento es óptimo. Una persona es feliz cuando se siente respetada y bien liderada. Si te sientes utilizado, ¿Cómo vas a ser feliz? Si tienes que tapar las perversidades de tu jefe, ¿Cómo vas a ser feliz? Si sientes miedo, asco o tristeza en tu trabajo, ¿Cómo vas a ser feliz?

La gente feliz y respetada no necesita que la compren para retenerla. La gente que se siente respetada no se resigna a esperar la jubilación. La gente respetada no descarga su frustración en los que tienen por debajo abusando de su posición de poder. La gente respetada no tiene prisa por salir del agujero en el que está antes de que explote la fachada de la que participa. La gente respetada paga con la misma moneda y respeta a los clientes, a los compañeros y a los accionistas.

Cuando conoces a una empresa que apuesta por la felicidad de sus empleados es como para montar una fiesta. Conozco algunas. Sí, existen. No abundan, pero existen.

Esta mañana he estado haciendo una acción formativa focalizada en la toma de decisiones a un equipo maravilloso. Mientras caminábamos con raquetas por la nieve buscando Waypoints con un GPS, hemos podido trabajar en profundidad y en detalle una metodología para tomar decisiones, analizar el contexto, identificar alternativas, valorar sus implicaciones a corto, medio y largo plazo y pasar a la acción. Siempre se puede aprender más. Otra de las diferencias. Hay quien se preocupa de demostrar sus aparentes logros y hay quien se preocupa de aprender.

Algunos dirán que esta empresa, con la que he estado trabajando esta mañana, tiene suerte, que ha estado en el lugar adecuado en el momento adecuado, que tiene un gran producto, un buen ‘lobby’, un buen contacto o mil excusas más…

Pero lo cierto es que a esta empresa le va bien gracias a que se preocupa de que sus empleados estén felices y ellos respetan a la empresa de la misma manera que se sienten respetados…