La urbe mediterránea

Barcelona: clima, geografía y urbanismo

La capital de Catalunya tiene grandes condiciones y activos que no deberían ser víctima de errores

JOSEP OLIVA CASAS

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Hemos de ser conscientes de la magnífica situación de Barcelona, que incluye el hecho de ser la capital catalana. Empecemos, pues, por el principio. Catalunya goza de un emplazamiento idóneo en el contexto europeo y ahora también mundial. Está en la vertiente norte del Mediterráneo, el mar cuna de la civilización occidental, con un clima espléndido por ser templado, muchas horas de sol al año y pocas lluvias. Se añade que hoy en día el mare nostrum tiene una posición estratégica al ser el lugar de conexión del tráfico de mercancías entre Asia y Europa. O sea que la globalización ha reforzado el papel de nuestra situación.

Es un punto tan importante que pone de relieve la necesidad de impulsar el corredor mediterráneo, que forma parte de la ruta ferroviaria que irá de Algeciras a Suecia, infraestructura priorizada por la Unión Europea. Un buen instrumento para mejorar la economía del país y del Estado español. En efecto, se reduce el camino Asia-Europa al evitar la vuelta de los barcos por Gibraltar y su subida por el Atlántico hasta llegar a los puertos del norte de Europa. Así, los puertos mediterráneos (Barcelona, Tarragona y Valencia) quedan muy bien posicionados para conectar con el gran eje europeo.

El paso pirenaico

Por otra parte, los Pirineos orientales ofrecen un fácil paso a Francia, es decir, a Europa, cosa que no tiene Castilla a causa de la gran frontera física pirenaica, y Madrid (en el centro de la Meseta) solamente ha perdido esta condición de aislamiento cuando se ha generalizado el transporte aéreo. Nuestro emplazamiento ha favorecido la historia y ha influído en la mentalidad del país con una mayor apertura al exterior. Siempre hemos estado más abiertos a Europa que no España. Se trata de la benéfica influencia de la geografía sobre la mentalidad de los humanos.

Me concentro ahora en la ciudad de Barcelona. Situada en la franja marítima de la costa mediterránea en la latitud 41º 23’ norte y la longitud 2º 7’ este en relación a Greenwich, sostengo que sus circunstancias climáticas son muy adecuadas para el modelo de ciudad mediterránea, en la que el espacio público es el gran protagonista al ser lugar de paso y también de estancia de los ciudadanos (y los visitantes). Sí, el clima condicionó la ciudad histórica que allí se instalaría. En efecto, se produce una concomitancia entre condiciones ambientales y modelo urbano. Pensemos que el concepto urbano mediterráneo supuso la implantación de la artificialidad en el planeta, y vivir en este nuevo ambiente hace que los ciudadanos se vayan impregnando de lo que podríamos calificar de cultura urbana (acostumbrada al ambiente artificial). Enfrente hay los habitantes de lugares con clima frío y lluvioso, los cuales, al evolucionar la movilidad, adoptan una mentalidad suburbana que da lugar a un modelo que se parece más a un puro asentamiento humano que a una ciudad.

La ciudad se ha desarrollado entre el mar y la sierra de Collserola, dos accidentes geográficos longitudinales muy potentes que son unos espléndidos puntos de referencia para cualquier ciudadano o visitante (aproximadamente norte-sur), y los dos laterales corresponden a los ríos, lamentablemente poco caudalosos, Besòs y Llobregat (este y oeste). La geografía, pues, aclara el marco general de la ciudad, cualidad que es de agradecer en ciudades grandes. Es otra característica de la que goza Barcelona.

La fachada marítima

Entrando en la historia del urbanismo construido, la estructura del Eixample, con su gran retícula, instaura dos claras direcciones: horizontal (de río a río) y vertical (mar-montaña). Es otra ventaja de la cuadrícula de Cerdà y refuerza aún más el buen papel de la geografía mediante su plan urbanístico. Hablando del Eixample, no dejo de reiterar que fue un plan impuesto por Madrid en contra del plan de Rovira i Trias, que, tristemente, era el que defendía el ayuntamiento barcelonés de la época (mediados del siglo XIX) y parece que también la sociedad civil. Es una mala experiencia, pero con final feliz, que hemos de tener muy en cuenta para no caer en nuevos errores urbanos en la ciudad. Recientemente, la característica geográfica de disponer de fachada frente al mar no se aprovechó para crear un espléndido frente urbano que incluyera tanto la creación de una imagen representativa de la ciudad como un punto con intensa vida urbana proporcionada por la densidad y la singularidad del lugar, lo que siempre resulta atractivo a los ciudadanos.

Hay que reconocer la suerte que tenemos al partir de unas condiciones ventajosas que nos han proporcionado el clima, la geografía y el Eixample. No tropecemos con nuevos errores urbanos, porque ya se vislumbran algunos.