Análisis

Terror global 'low cost'

Hollande perfila una Europa-fortaleza capaz de restringir libertades y desdibujar la UE sin acabar con el terrorismo

XAVIER CASALS

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Los atentados de París evidencian la dificultad de combatir de modo efectivo el terror islamista. Desde nuestra óptica, en esta situación han confluido tres factores.

En primer lugar, estos sucesos son inseparables de 15 años de intervenciones de Estados Unidos y sus aliados europeos en el mundo árabe-musulmán, iniciadas en Afganistán en el 2001 e Irak en el 2003. Su acción pretendía instaurar sistemas democráticos en la región, pero ha acabado remodelándola en sentido opuesto al deseado, pues ha contribuido a originar estados fallidos.

En segundo lugar, nuestra información sobre estos conflictos ha sido deficiente y ha conducido a gruesos errores, como resalta Patrick Cockburn, profundo conocedor de Irak, en Isis (2014). De este modo, EEUU ha considerado aliados a Arabia Saudí y Pakistán, cuando -según Cockburn- estos países fueron los más involucrados en apoyar a Al Qaeda. Igualmente, este reportero destaca que los medios occidentales proyectaron una imagen simplista de las primaveras árabes del 2011 al asimilarlas a revueltas democráticas pese a que su trasfondo era heterogéneo. Además, señala que al demonizarse en extremo a Sadam Husein, Muamar el Gadafi Bashar al Asad se dificultaron posibles transiciones pactadas. Y refleja que hemos carecido de una idea clara de la capacidad militar del ISIS, pues en el verano del 2014 protagonizó su gran expansión y capturó Mosul (la capital del norte de Irak) sin hallar un serio obstáculo en los 350.000 soldados del corrupto Ejército iraquí, en el que se habían invertido 41.600 millones de dólares desde el 2008.

En tercer lugar, las grandes potencias no se enfrentan ahora a ejércitos o colectivos terroristas convencionales, sino a una amenaza nueva, exterior e interior a la vez. Como detalla la economista Loretta Napoleoni, esta amenaza se articula desde las redes sociales a un bajo coste (sus activistas se forman on line y se entrenan con videojuegos) y deja libertad de acción a quienes se acogen a la yihad desde los arrabales metropolitanos europeos. ¿Podremos detener a todos los lobos solitarios que desean inmolarse apoyados por una Umma o comunidad islámica virtual?

Así las cosas, las respuestas de Rusia y Francia al desafío yihadista son discutibles. Las medidas de seguridad anunciadas por François Hollande perfilan una Europa-fortaleza capaz de restringir libertades y desdibujar la UE sin acabar con el terror. Y la mayor implicación militar en Siria o Irak contradice soluciones recomendadas por expertos como el politólogo Robert A. Pape. Este, en Morir para ganar (2005), definió al terrorismo suicida como «una estrategia extrema de liberación nacional utilizada contra los ocupantes extranjeros con un sistema político democrático» y, en consecuencia, planteó que si EEUU quería evitarlo debía retirar sus tropas del golfo Pérsico y adoptar allí una estrategia de equilibrio regional de poder que garantizara sus intereses. Pues bien, nos dirigimos al escenario opuesto.

Cabe concluir de lo expuesto que si no se modifica sustancialmente este panorama deberemos prepararnos para convivir largo tiempo contra un enemigo invisible, nuevo y peligroso: el terror low cost.