Al contrataque

No a la guerra

Hollande, en su discurso en Versalles, donde dijo que Francia está en guerra con el terrorismo.

Hollande, en su discurso en Versalles, donde dijo que Francia está en guerra con el terrorismo. / SAA

Ernest Folch

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Quién hubiera dicho que la reacción de François Hollande a la barbarie de París seguiría un patrón tan parecido al que le diseñaron a George Bush horas después de la tragedia del 11-S. La rapidez supersónica y muy calculada con la que se ha vuelto a introducir en la opinión pública este siniestro «estamos en guerra» es la coartada perfecta para justificar otra vez todo lo que está al caer y que estamos rememorando como un terrible 'déjà vu'bombardeos indiscriminados y pretendidamente tecnológicos, pero sin garantía de distinguir un objetivo inocente del que no lo es, todo tipo de restricciones de seguridad que son en sí mismas una victoria del terrorismo y por supuesto una reorientación inmediata de la economía al servicio de la maquinaria de guerra: ya tiene narices que esta Europa que no tolera más déficit para pagarle los hospitales a los jubilados griegos aplauda ahora esta reforma exprés de la Constitución francesa para comprar misiles.

Al menos podríamos haber aprendido algo de aquella intervención en Irak orquestada por unos pocos psicópatas, que no solo no ayudó a eliminar ningún terrorismo sino que paradójicamente lo fabricó donde no existía y encima, como se vio en la crisis mundial del 2008, se pagó con sangre inocente y también con el pan y el empleo de millones de pobres sobrevenidos. Porque aquella guerra, de la que ahora Esperanza Aguirre dice que España no participó, fue una de las causas de muchas tragedias actuales, también de la masacre del viernes. Y ya se sabe que casi tan nocivas como las bombas son los ideólogos que les dan cobijo: ha bastado un nuevo atentado para que vuelvan las milongas sobre choques de civilizaciones, repugnantes conexiones entre refugiados y atentados, y los alegatos habituales contra el buenismo, que quieren culpabilizar a quienes solo desean la paz.

Educación, justicia, civismo

Estos ideólogos cínicos que siempre con la sangre aún caliente nos cuelan soflamas bélicas olvidan casualmente decir que los terroristas que pretendidamente vienen de lejos son, en realidad, vecinos de las 'banlieues', que nos ametrallan con fusiles que les vendemos nosotros y que son financiados por Estados que patrocinan clubs como el PSG o el Barça. Otra vez se apretará el botón de la guerra, que solo servirá para ahondar en el dolor y sacar réditos políticos y económicos con vidas ajenas.

Hará falta recordar una vez más que nuestras únicas armas de destrucción masiva son la educación, la justicia y el civismo, y que defenderlas con violencia es aniquilarlas. Tirar bombas teledirigidas a miles de kilómetros nos convierte en neobárbaros del ojo por ojo y por supuesto en terroristas, eso sí, de Estado. Ya lo gritamos una vez en la mayor manifestación global de la historia y vamos camino de tener que repetirlo otra vez más: NO A LA GUERRA.