A un toque

Presión y remate

ÒSCAR GARCIA / ENTRENADOR

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BUSQUETS PASA

Ha vuelto el Barcelona a uno de esos aspectos tácticos que le han hecho un equipo singular. Así llegó el gol que cambió el áspero partido con el Villarreal. Una gran presión de Iniesta provocó una pérdida de balón de Bruno en la fase de iniciación del equipo de Marcelino. La pelota llegó entonces a Busquets, quien con un excelente primer toque construyó el gol de firmó Neymar con una magnífica definición. Luego, con el marcador en contra, el Villarreal volvió a su dibujo clásico, pero ya era tarde. Sigue el idilio, como demostró el maravilloso 3-0, el gol de Neymar y Suárez.

INIESTA CONTROLA

En un escenario de pocos espacios, sobresalió el mejor jugador en estas situaciones. O sea, Iniesta. No hay otro como él, excepto, claro, Messi. No hay otro con un control tan absoluto del espacio como Andrés. Le da igual tener uno, dos o tres jugadores enfrente suyo, ya que el primer control siempre es bueno. Y el segundo, también. Con el segundo ya inicia el desequilibrio el capitán azulgrana, siempre por el lado débil de los rivales. El partido requería centrocampistas con esa calidad para superar esa acumulación de futbolistas del Villarreal. En la primera mitad no salió tan bien como en la segunda, la prueba de que el Barcelona entendió el mensaje. Mejoró en el control, mejoró en el remate y, sobre todo, mejoró en el gobierno.

CAMBIO ESTÉRIL

Marcelino sorprendió con un cambio de táctica. Pasó de su habitual 1-4-4-2 a un 1-4-5-1 defensivo y un 1-4-3-3 cuando su equipo tenía el balón. Eso provocó que hubiera muy pocos pases interiores del Barça debido a la acumulación de jugadores por el centro. Necesitaban los azulgranas las subidas de sus laterales para que la pelota llegara con ventaja a Neymar, y así pudiera buscar el desequilibrio. Pero no hubo opción. El balón no llegaba limpio, permitiendo así que Mario tuviera la ayuda de un interior y hasta de Samu Castillejo para evitar el uno contra uno.

Todo eso se desmontó después en la segunda mitad cuando el Barça desorientó a través de la pelota y, sobre todo, del remate a un plano Villarreal, que se marchó frustrado del Camp Nou.