Análisis

El escándalo de los motores diésel

JOSÉ MARÍA BALDASANO

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La movida de los motores diésel parece más larga e importante que la que muchos quisieran. Las noticias que continúan saliendo desde hace dos meses son realmente preocupantes, pues ponen en cuestión todo un marco de confianza en el cumplimiento de la legislación. Pero, además, pone seriamente en cuestión la ética profesional de un sector que es líder industrial y que se gasta millones de euros en promocionar y vender sus productos. No solo es el fraude reconocido por Volkswagen, sino que otras marcas, esencialmente europeas, ya han anunciado estudios sobre su gama de vehículos y motores para determinar los niveles reales de emisiones y consumo.

No es solo el incumplimiento de las normas en las emisiones de óxidos de nitrógeno y partículas, con factores que son de 5 a 30 veces superiores a lo permitido; sino que también ahora se suman las emisiones de CO2, de momento solo en ciertos modelos. En el caso de las emisiones de CO2 la venta de este tipo de vehículos ha recibido una subvención específica, lo cual complica todavía bastante más el problema. No es solo la cuestión económica importante en sí misma. En estos momentos se está trabajando duro en la preparación de un nuevo acuerdo mundial para la reunión de la COP21 de París en el próximo mes de diciembre en el marco del Convenio de las Naciones Unidas para el Cambio Climático para reducir de forma sustancial las emisiones de gases de efecto invernadero que fuerzan el actual cambio climático.

Límites más laxos

Este problema que está sobre la mesa no es solo responsabilidad de los fabricantes de coches, sino también de la Administración y de los políticos, y muy especialmente de la Comisión Europea. La CE acordó la semana pasada suavizar la normativa sobre la emisión de los óxidos de nitrógeno adoptando unos nuevos límites más laxos de contaminación para los vehículos diésel en condiciones de circulación real, a pesar de estar probada su asociación a enfermedades respiratorias y muertes prematuras, entre otros efectos sobre la salud. El cambio reglamentario permitirá que las emisiones de óxidos de nitrógeno en carretera puedan ser más del doble de los límites oficiales regulados hasta ahora en los tests de laboratorio. Todo bajo la presión de los fabricantes de automóviles y de ciertos gobiernos europeos, caso de Alemania particularmente y España entre otros. Ello es grave pues se está jugando con la salud de los europeos.

Si los dirigentes europeos insisten en el motor diésel estarían cometiendo un gran error al querer alargar la vida de esta tecnología. Su mayor mercado ha sido especialmente Europa y en Estados Unidos, y representa únicamente el 3%. Sería un error no ir a tecnologías y sistemas de movilidad pública realmente innovadores, como tanto pregonan y repiten los documentos oficiales de la Unión Europea. Tecnologías y sistemas ya existentes que permitirían descongestionar de tráfico nuestras saturadas ciudades y limpiarlas realmente de contaminación.