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¿Quién será James Bond?

RAMÓN DE ESPAÑA

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Soy consciente de que nuestra inminente desconexión del malvado Estado Español es uno de esos temas que, como diría Luis María Anson, hacen arder el pelo, pero no es el único de nuestra agitada actualidad. Yo, por ejemplo, estoy muy preocupado por la sucesión de Daniel Craig al frente de la saga de James Bond, el agente 007 con licencia para matar (aunque últimamente solo lo haga de aburrimiento). Enganchado a Bond desde que lo descubrí a la tierna edad de seis añitos, enfrentándose al taimado doctor No, he visto todas sus películas, aunque ahora ya solo lo haga por la fuerza de la costumbre y por mi niño interior, que ya me está dando la brasa para que le lleve a ver Spectre, aunque me da la razón cuando le digo que miro a Craig y veo a Vladimir Putin, no a Bond. Nunca entenderé cómo le fue a parar el rol de 007 a alguien nacido para interpretar al villano de turno.

Ahora parece que me voy a librar de él, pues se declara cansado del papel y a los bondólogos nos ha salido trabajo. Suena el nombre de Idris Elba, un actor estupendo (véase su serie Luther), pero también es algo que Bond nunca fue: negro. Roger Moore, que no me negarán que goza de cierta autoridad moral en el asunto, ha declarado que Bond no puede ser ni una mujer -como le ha pasado al pobre doctor Watson en Elementary- ni un homosexual -como sugirió hace años Rupert Everett, postulándose para ello-. Estoy con Moore: Bond debe ser hetero y vagamente machista, pues se trata de que acabe con su archienemigo du jour, no de que se lo tire.

De todos modos, creo que el tema fundamental es sacar a Bond de la rutina y la previsibilidad de sus últimas apariciones. Pese a lo que digan algunos críticos, Sam Mendes no le ha aplicado a 007 el tratamiento de choque que algunos ansiamos y que podría emprender Tarantino si le dejaran escribir y dirigir una entrega. Pero se impone el conservadurismo, y si ya se forra uno sin estrujarse el magín, ¿para qué innovar? Me temo que mi niño interior y yo no le importamos a nadie.