LA CORTINA DE HUMO
Política atacada (de los nervios)
Una cosa es que te ataquen y otra, que te ataques. Una cosa es que Mariano Rajoy y compañía te lancen toda la artillería pesada, y otra lo es atacarse de los nervios y caer en una serie de errores no forzados que regalan al adversario lo que no merece y que ofrece al respetable lo que más le desconcierta: un espectáculo lamentable donde querría ver estímulo e ilusión.
Y es que a falta de un resultado electoral del 27-S que ofreciera una mayoría más potente a Junts pel Sí, que, por ejemplo (y muy especialmente), no hiciera depender a la coalición independentista del criterio y de los tics de la CUP, el actual escenario catalán congelado parece querer compensar su estancamiento, su incapacidad para hacer que pasen cosas de empaque que impulsen, con un ataque de nervios. Y de ahí las ansias por las fechas simbólicas o las ganas de reivindicarse cada uno por su cuenta solo cuatro días después de haber apostado por una fórmula electoral innovadora que aunaba esfuerzos camino de un objetivo común aún no conseguido.
Porque sí, es intolerable la división entre demócratas y separatistas que pregonan el PP y sus altavoces. Preocupante, pero un insulto más en su línea radical, como cuando Rajoy sale y dice en respuesta a la propuesta de declaración soberanista en el Parlament que «no conseguirán ninguno de sus objetivos», al estilo de lo que leía cuando actuaba o hablaba alguien de ETA o de su entorno político. Bochornoso pero previsible.
Y no porque el adversario sobrepase todos los límites de lo razonable o porque fuerce al máximo el reglamento del Parlament para obstaculizar una declaración de la Cámara en favor del proceso independentista, el soberanismo debe responder atacado de los nervios, obsesionado en conseguirlo el 9-N y tratando también de dar de sí al máximo el reglamento. Las formas son muy importantes en política, y hasta la fecha el soberanismo representado en las instituciones las ha guardado ejemplarmente. Estar en manos de la CUP y de su mantra de la desobedicencia no debería justificarlo todo. De hecho, no debería hacerlo con nada. Y lo que está pasando en el frente de los partidos independentistas mueve a la desazón a muchos que hace nada les votaron y que ya veremos si vuelven a ello el 20-D.
Porque en Madrid se va fraguando un pacto de Estado contra el desafío de las instituciones catalanas, y aquí, mientras, en vez de fortalecer la apuesta y trabajar las defensas, se opta por un ataque de ansiedad generalizado que nos tiene sin gobierno, cuando ahí debería estar el que eligieron las urnas para construir ni más ni menos que un nuevo Estado.
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