ANÁLISIS

Sombras alargadas

En la asamblea se presentaron con fanfarria unos números que, vistos con lupa, son casi anoréxicos

ERNEST FOLCH

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El Barça jugó ayer dos partidos, y probablemente el más importante fue el que congregó a menos gente. El partido de la mañana, a diferencia del de la tarde contra el Eibar, era poco mediático y en él jugaban a penas 800 compromisarios, que aprobaron discplinadamente las cuentas. Pero ya se sabe que el beneplácito de los compromisarios, ahora y antes, tiene poco que ver con la visión del entorno barcelonista, por suerte más crítico y exigente con el poder de lo que lo son sus propios socios, algunos elegidos a dedo.

La asamblea empezó con un desconcertante alegato de Bartomeu contra la UEFA acerca de la vergonzosa sanción de les estelades, que se contradice flagrantemente con su pasividad inicial: desconocemos por qué el club se indigna ahora si ni siquiera recurrió la primera multa.

A continuación se presentaron unos números con mucha fanfarria y con el argumento que nunca antes se habían alcanzado 600 millones de ingresos. Sin embargo, si las cuentas se miran con una lupa de poco aumento se ve que presentan un aspecto casi anoréxico: los beneficios son en proporción exiguos, sin llegar a los 20 millones de euros, sin ni siquiera igualar el patrocinio e incorporando ventas no recurrentes, es decir, que el club emite unos beneficios que desde el punto de vista de la actividad ordinaria son en realidad pérdidas.

INTERROGANTES SOBRE CATAR

Si a todo esto le añadimos un aumento descontrolado de los salarios deportivos, que a su vez ha provocado un crecimiento alarmante del endeudamiento, deja una fotografía que genera serias dudas desde el punto de vista económico y alguna pregunta inquietante desde el punto de vista deportivo: ¿Son estos números un espejo que reflejan el cambio de modelo deportivo del Barça, destinado ahora más a fichar con el cheque que a tirar de su cantera?

Con todo, el tema estrella de la jornada fue curiosamente el gran ausente, el patrocinio fallido de Catar, que deberá resolverse en una asamblea extraordinaria. La junta pasó de puntillas sobre el fiasco de estas negociaciones, y su silencio ensordecedor no puede acallar las preguntas que sobrevolaban ayer la asamblea de compromisarios: ¿Por qué no hay ahora acuerdo con Catar si antes de las elecciones se anunció que ya existía, a razón de 60 millones por temporada, y que solo hacía falta ser refrendado por la junta ganadora? ¿Por qué nunca se ha construido una alternativa real a este patrocinio teniendo en cuenta las conocidas vinculaciones del país catarí con el terrorismo islámico y con la corrupción en la FIFA? ¿Cómo se ha permitido que un ingreso tan importante para el Barça se dirima solo en Doha, en una extraordinaria posición de debilidad, sin alternativas, y dejando que el mismo presidente vuelva con las manos vacías y sin ninguna explicación convincente?

Y es que la asamblea se resolvió ayer como siempre con muchos votos a favor, pero sombras alargadas se extienden sobre una legislatura de gobierno que ha empezado mucho menos plácida de lo que se preveía.