Análisis

Una crónica que se escribe al revés

ERNEST FOLCH

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Solo los equipos con una fuerte personalidad son capaces de crear su propia mitología. Aunque parezca mentira, esto es lo que ha logrado Paco Jémez con el Rayo Vallecano, un club con un presupuesto ridículo de algo más de 20 millones de euros, prueba de que el dinero, también en el fútbol, es mucho menos importante de lo que se cree.

Cierto, el proyecto elaborado de Jémez no le alcanzó para obtener algún punto en el Camp Nou, como recuerdan con oportunismo los que nos quieren hacer creer que lo único que se dirime en un choque tan desigual como un Barça-Rayo es un vulgar y previsible marcador. Cierto, el Rayo no se llevó ningún botín tangible, como por cierto la casi totalidad de equipos que visitan el campo azulgrana, y que pasan por allí sin merecer una sola nota al pie de página de la crónica del encuentro. En cambio, lo que sí logró Paco Jémez en la noche del sábado fue explicarnos que tiene una idea muy concreta y que está dispuesto a morir con ella.

FIEL A UNA IDEA

El partido del Rayo fue por momentos de una ingenuidad asombrosa, planteando un intercambio de golpes imposible del que inevitablemente saldría muerto, pero, puestos a perecer igualmente, llevó el partido donde quiso, para al menos conquistar la pelota y algo tan preciado como es el pleno dominio del juego. En la segunda parte, hubo momentos en que el once vallecano sometió literalmente al Barça en su propia área.

El Rayo era consciente que ya había perdido el encuentro desde el primer minuto, pero quería al menos salir del Camp Nou con la sensación de haber sido fiel a si mismo. El equipo de Jémez pudo haber encajado fácilmente 8 goles, y al mismo tiempo pudo haber marcado sin despeinarse al menos otro 4, porque consiguió encaminar el encuentro en aquel punto que fascina a los aficionados e irrita a los entrenadores de medio pelo.

De hecho, Jémez consiguió algo inaudito, que la crónica del encuentro, por una vez, deba escribirse al revés: a partir del Rayo y no del Barça. Un relato invertido que debe explicar como un solo y maravilloso jugador tumbó a todo un conjunto. El Barça se agarra hoy a Neymar exactamente de la misma manera que se agarraba a Messi: el jugador brasileño ha dado este paso adelante que negaba su entrenador, y junto a la progresión espectacular de Sergi Roberto, es la única buena señal que da el equipo en esta travesía del desierto en que se ha convertido la lesión de Messi.

El sábado quedó claro que el marcador es un asunto que el equipo de Luis Enrique domina a la perfección, pero cada vez más a expensas de un juego deshilachado que ha pasado de depender de una individualidad (Messi) a otra (Neymar). De estrella a estrella y tiro porque me toca. Entre medio, un centro del campo descosido, una defensa desestabilizada y una delantera que se conecta solo puntualmente, como si el cordón umbilical que la une al resto del equipo fuera cada vez más delgado. La crónica del fútbol, a día de hoy, la escriben otros.