El tablero árabe

El nuevo policía de Oriente Próximo

Arabia Saudí ha llenado el vacío dejado en la región por el repliegue de Estados Unidos

GEORGINA HIGUERAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Arabia Saudí bombardea con manos libres a la población yemení mientras las portadas de los medios internacionales se centran en la crisis de los refugiados sirios. El régimen saudí, con el beneplácito de Washington, se ha convertido en el nuevo policía de Oriente Próximo y hace ya cinco meses que pretende imponer su orden en Yemen, el país más pobre de la zona. Según la ONU,  en Yemen se ha desatado una de las mayores catástrofes humanas, con más del 80% de los 25 millones de habitantes necesitados de alimentos.

Su llamamiento ha caído en saco roto. Ningún país parece dispuesto a exigir al rey saudí que detenga la ofensiva. El acuerdo nuclear alcanzado con Irán juega en contra de Yemen, país que el presidente Obama ha arrojado a los pies de los caballos saudís para calmar los recelos del rey Salmán bin Abdulaziz por el acercamiento de Washington y Teherán.

El régimen saudí formó en marzo una coalición contra los rebeldes hutis con fuerzas de Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Kuwait, Catar, Egipto, Jordania, Sudán y Marruecos, a la que se sumó Pakistán, país de mayoría suní. Los hutis son de credo chií y se alzaron contra las unidades del Ejército yemení fieles al expresidente Ali Abdalá Salé, forzado a dimitir en el 2012 tras 33 años en el poder.

Más de 4.000 civiles han muerto por los indiscriminados bombardeos saudís de mercados, graneros, puertos y zonas residenciales, incluido el casco histórico de Saná, patrimonio de la humanidad y una de las joyas más antiguas de la cultura islámica en el mundo árabe. Un millón y medio de personas han huido de sus casas.

Estados Unidos proporciona a su aliado saudí apoyo logístico y de inteligencia mientras pergeña su retirada de la primera línea del avispero de Oriente Próximo. En febrero de 1945, necesitado de encontrar fuentes de abastecimiento de petróleo, el presidente Roosevelt se reunió con el primer monarca saudí, Abdelaziz bin Saud, y acordaron que Washington garantizaría la protección militar del reino a cambio de un acceso exclusivo a su petróleo, estrategia que ha dominado la geopolítica de Oriente Próximo hasta hoy. Pero los yacimientos saudís se nacionalizaron en 1988 y hoy EEUU, gracias al gas de esquisto, es autosuficiente en materia energética, por lo que su interés por la península Arábiga se ha reducido considerablemente.

Empeñada en alzarse con el liderazgo árabe y del islam suní, Riad se ha apresurado a ocupar el vacío que dejan los movimientos norteamericanos, convirtiendo Yemen en el escenario de la lucha saudí para impedir que Irán le haga sombra. El régimen de los ayatolás es su acérrimo enemigo tanto desde el punto de vista geoestratégico como religioso -Teherán es la cabeza el islam chií-.

La ofensiva de la coalición saudí ha logrado grandes avances y ya domina buena parte del país. El 16 de septiembre volvió a Yemen el primer ministro Jaled Bahá con varios ministros, todos ellos refugiados en Riad. Se instalaron en el puerto de Adén, que fue la capital de Yemen del Sur hasta la unificación del país en 1990. Pero los hutis siguen controlando Saná y se teme que la guerra se alargue años.

Como sucedió en Irak y Libia, la barbarie y el caos provocados por la intervención extranjera en Yemen están siendo aprovechados por grupos terroristas, como Al Qaeda en la Península Arábiga y el mal llamado Estado Islámico, para nutrir sus filas. El primero controla la provincia de Hadamaut y el segundo alimenta sus fuerzas con ataques a las mezquitas chiís. El 2 de septiembre, un doble atentado a una mezquita del barrio de Al Yarraf, bastión huti de Saná, causó 28 muertos.

Oxfam ha criticado al Gobierno británico por dar ayuda humanitaria a los yemenís mientras vende a Arabia Saudí y los países del Golfo las armas con que los matan. Afirma que Londres incumple el Tratado de Comercio de Armas, que restringe las ventas que dañen a los civiles o violen las leyes humanitarias, y que mira para otro lado en este conflicto olvidado que ha dado al traste con la aspiración democrática que forzó la salida de Salé. Según Amnistía Internacional, todas las partes involucradas en la guerra de Yemen han matado civiles de tal forma que se les puede acusar de crímenes de guerra. Human Rights Watch señala que amplias zonas del país están sembradas de minas y bombas de fragmentación sin estallar, muchas de ellas fabricadas en EEUU y vetadas por el Tratado de Prohibición de Bombas de Racimo, firmado en Oslo en el 2008.

Que nadie se lleve a engaño si dentro de unos años son yemenís los que se agolpan en las fronteras de la Unión Europea. En Arabia Saudí y en los países de su coalición no ha entrado un solo refugiado sirio. Tampoco en EEUU. Unos tiran la piedra; otros recogen a las víctimas.