LA NOCHE DE LA LISTA UNITARIA

El juego de la emoción

En el Born, receptáculo de las esencias patrias, se desbordó la ilusión de los fieles

EMMA RIVEROLA

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Cuando Artur Mas ganaba las elecciones en el Majestic, dos mujeres entradas en años se sentaban estratégicamente en las primeras butacas del vestíbulo. Venían haciéndolo elección tras elección y coreaban los nombres de los dirigentes de CiU a su llegada. La mayoría se detenía a saludarlas, tras décadas de celebraciones y decepciones juntos. Para ellas, ya era una tradición. Se arreglaban para la ocasión y les gustaba pasearse por los salones del señorial hotel. En el Born, bajo el mástil de 1.714 centímetros y esa bandera a la que el viento niega lucimiento, no hay vestíbulo ni butacas para acoger a las dos damas, tampoco el suelo está enmoquetado ni, mucho menos, el ambiente es el mismo. Estamos en la calle, frente al mercado reconvertido en receptáculo de las esencias patrias, y las emociones de los congregados tienen ganas de desbordarse.

Pero aún es demasiado pronto. La encuesta de TV-3 y los primeros datos arrojan una mayoría independentista, pero nada está ganado. Es el momento de los nervios, de cruzar los dedos y de abuchear a los candidatos del no que aparecen en la pantalla instalada junto al escenario. Eli contempla los primeros resultados con una emoción especial. Luce en su espalda la estelada que le regalaron hace 20 años, cuando tenía 13. «Durante años la tuve guardada en el cajón, lo reconozco». También su independentismo se mantuvo oculto. Prácticamente olvidado. Pero ha acompañado al partido que siempre votó, CiU, en el procés. Ahora, sueña con una Catalunya independiente.

Cambiar España

En la plaza afloran las emociones soberanistas sobrevenidas. Josep observa la gran pantalla sentado en un banco. Con su bastón, sus años y su felicidad. «Sí, feliz, así me siento. Lo único que me duele es que mi padre no pueda vivir este momento». Se define como antifranquista y catalanista. Vivió con ilusión la llegada de la democracia, pensó que todo cambiaría, creyó que CiU conseguiría cambiar España, pero ahora ya se da por vencido. «No compartimos el mismo modo de ver las cosas». A pesar de su entusiasmo, Josep, a diferencia de tantos que se encuentran en la plaza, no se conforma con ese 50% de votos independentistas que apuntan los primeros datos. «Sería una decepción. Hay que aspirar a una victoria contundente».

«Yo ya firmaría», tercia Alicia. Ella, a diferencia de su pareja, también ha llegado a la fe independentista hace muy poco. Tres años antes no se hubiera imaginado estar viviendo este momento. «Es penoso haber llegado hasta aquí. Es un problema de respeto. Se ha faltado demasiado y lo peor es que atacar a Catalunya da réditos electorales. Ahora ya es demasiado tarde». Alicia firmaría por un 50%. «Es suficiente para que se nos escuche en Madrid. Tienen que escucharnos. Por ahora, solo nos escuchamos a nosotros mismos».

Avanza el escrutinio. Junts pel Sí gana, pero no con la contundencia deseada por los que llenan, sin abarrotar, el paseo. Los rostros se van tornando más graves. Los gritos de «In-inde-indepèndencia» cobran una cadencia más lenta. Se siguen en silencio las opiniones de la tertulia de TV-3. Protestas aisladas cuando los razonamientos no concuerdan con esa emoción que sigue sin desbordarse. Al vuelo, empiezan a oírse algunas frases cercanas a la decepción. «Yo flipo con Ciudadanos», suelta un adolescente que no acaba de creerse esos asientos pintados de naranja en la simulación del Parlament. «De momento, Unió no entra», suelta un hombre y su mujer asiente, consolándose.

Cuando aún no ha finalizado el escrutinio, salen al escenario los candidatos de Junts pel Sí. «Estamos escribiendo las páginas más gloriosas de nuestra historia», ruge Junqueras y, al fin, aflora la emoción de la victoria. Josep abandona la plaza sin su 50%. ¿Qué pensarán las señoras del Majestic?