Cuotas de solidaridad
Xavier Ginesta
Periodista y profesor de la Universitat de Vic
XAVIER GINESTA
El drama de los refugiados está poniendo a prueba la libre circulación de personas entre países de la Unión Europea, uno de los verdaderos pilares del modelo comunitario. A las alambradas de Viktor Orban, ahora se suman los controles fronterizos en Alemania. De hecho, es bastante desagradable ver como aquella institución, la Unión, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2012 por su defensa de los derechos humanos, ahora deba debatirse internamente para ver cómo se reparten 160.000 refugiados de una manera equilibrada. Tan compleja es la situación que, el titular alemán de interior, Thomas de Maizière, de vuelta del consejo que se celebró a inicios de semana en Bruselas hizo planear el drama de la implantación de "medidas de presión" contra los países reticentes a participar en la acogida de los refugiados.
Enseguida, hubo quien interpretó estas declaraciones como una amenaza para retirar fondos estructurales de países de la Europa del Este. No obstante, hay que recordar que el procedimiento para castigar las infracciones de uno de los Estados miembros es ciertamente complejo, siendo finalmente el Tribunal Europeo de Justicia quien dirima el conflicto. Dicho esto, también es cierto que Alemania está soportando una carga de refugiados demasiado grande y, por mucho peso económico y demográfico que represente en el cómputo total de la UE, no puede liderar el problema sola. Europa tiene, sobre la mesa, un nuevo episodio donde puede demostrar la solidaridad inter-estatal o, como dijo el presidente de la Comisión, Jean-Claude Junker, la Unión tiene la oportunidad de “poner los cimientos para una verdadera política migratoria europea”. Pero, ¿lo hará?
Quien de momento está haciendo el trabajo que le toca es, a pesar de algunas críticas, la Comisión. Según el artículo 78.3 del Tratado de la Unión, cuando un Estado miembro recibe una presión muy fuerte sobre sus fronteras, la Comisión tiene el objetivo legal de proponer un reparto entre los socios comunitarios, que deben discutir posteriormente. Ahora mismo, la propuesta que hay sobre la mesa, del 9 de setiembre y apoyada desde la Eurocámara, está basada en cuatro criterios: el 40% según la población, otro 40% según el PIB, un 10% según el histórico de refugiados recibidos y, finalmente, un último 10% en función del número de parados. Un sistema de cuotas para repartir los refugiados que, al final, no dejan de ser un parche ante una situación de emergencia, pero que no son la solución al problema.
De hecho, el presidente Junker también avanzó en una propuesta más macro para combatir la marea de refugiados en un futuro. En líneas generales, la Comisión propone fijar el sistema de reparto como permanente, dotar de ayudas económicas a los Estados miembros (por ejemplo, 6.000 euros por refugiado), fijar una lista de países prioritarios donde prestar asilo político o, por ejemplo, crear un fondo de 1.800 millones de euros destinado a los refugiados que no tengan posibilidades de viajar a Europa, sobre todo aquellos atrapados en países en guerra en África subsahariana y Sahel. Queda claro, pues, que Europa no quiere permitir nuevos episodios de avalanchas en sus fronteras y, al menos, las instituciones comunitarias asumen el reto de proponer medidas para avanzar hacia una posible solución.
Sin embargo, nos encontramos nuevamente con que la famosa Europa de los estados acaba haciendo valer sus criterios, a menudo demasiado enfocados a la defensa de los intereses nacionales. La crisis humanitaria que viven las fronteras orientales de la Unión ponen de relieve la atracción del proyecto comunitario para aquellos que aún no forman parte de él. De hecho, también a nivel interno evidencian la necesidad de poner por delante criterios de solidaridad en la gestión de este tipo de crisis, que no hacer acciones de fuerza –comolas del gobierno húngaro–, que debido a la defensa de los intereses de cada casa se acaba mermando las relaciones de vecindad. En la gestión de esta crisis, claramente, los intereses individuales de los estados generan más problemas que soluciones.
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