Análisis

El año de las evidencias

Sería lógico pedir transparencia a las escuelas para poder elegir entre ellas

GREGORIO LURI

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En educación, los signos de los tiempos tienen más poder que los gobiernos. Estos pueden legislar, pero no pueden garantizar ni la fe colectiva en sus leyes ni el entusiasmo para ponerlas en práctica. En educación, el maestro es el propietario y el político el interino.

Para saber por dónde van hoy los signos de los los tiempos hay que prestar atención a los informes de la OCDE. El próximo 15 de septiembre se hará público el titulado Estudiantes, ordenadores y aprendizaje: Haciendo la conexión. Los que saben de qué va aseguran que ofrecerá sorpresas. En octubre, el OCDE's Innovative Learning Environments publicará un libro explicando cómo algunos países han conseguido reformar sus sistemas educativos moviéndose del pensamiento(de los conocimientos) a la acción (a las competencias). A finales de noviembre aparecerá la recopilación estadística anual Education at a Glance, que dedicará una atención especial al impacto de la competencia lectora en el empleo. Del 19 al 20 de octubre está prevista en Helsinki una especie de feria de la educación, promovida por la Comisión Europea y el Gobierno finlandés, para explorar cómo la innovación en la enseñanza puede mejorar la calidad y la equidad de los sistemas educativos y equipar a los alumnos con las competencias que necesitarán en las sociedades del siglo XXI.

LA INNOVACIÓN

Los signos de los tiempos ordenan innovar. La innovación se ha convertido en un imperativo pedagógico. Hoy nadie parece molestarse si le dices que está equivocado, pero si le dices que está anticuado, se siente insultado.

Lo curioso es que en el mundo actual, los únicos que parecen tener claro cómo será el futuro son los pedagogos. Nos aseguran que el conocimiento ya no está en los libros, sino en las pantallas (aunque todos sabemos que en las pantallas hay de todo, información, desinformación y, sobre todo, mucha basura); que la memoria está sobrevalorada (no en mi caso, que quisiera tener más); que la titulación y el expediente académico ya no influyen para encontrar trabajo (pero ayer mismo BBC News informaba que cada vez son mejores las expectativas de los titulados); que lo importante no es transmitir conocimientos, sino crearlos (hace dos días The Telegraph advertía de la necesidad de fomentar la práctica de levantar la mano para hacer preguntas en clase), etc.

Cada vez hay más políticos defendiendo la innovación, pero en Francia, un país con una larga tradición de escuela pública, las encuestas dicen que la mayoría de las familias -incluyendo al 45% de los votantes del Partido Socialista-, sacarían a sus hijos del sistema público si pudieran.

Cada vez serán mayores las diferencias entre las escuelas, porque cada vez les pedimos cosas más heterogéneas. En consecuencia, sería lógico que les pidiéramos también transparencia para poder elegir entre ellas, pero no me refiero a sus buenas intenciones (hay que darlas por supuestas), sino a las evidencias que pretenden conseguir con sus metodologías. Este debería ser el compromiso entre intenciones y resultados.