Editorial

Ruiz-Mateos, un empresario de otra época

Su perfil se corresponde con el de alguien que ideó un complejo entramado empresarial de mucho oropel y pies de barro

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La muerte de José María Ruiz-Mateos supone la desaparición de un personaje singular que, con distinta intensidad, ha estado presente el último medio siglo de España. Su perfil se corresponde no tanto con el de un hombre de negocios hecho a sí mismo como con el de alguien que ideó un complejo entramado empresarial de mucho oropel y pies de barro. Fue probablemente el primer empresario importante conocido por el gran público español, y el grupo que fundó, Rumasa, fue sinónimo de creación de riqueza en los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia. Pero luego se vio que su expansión sin límites era en realidad una huida hacia adelante mediante una estrategia muy peligrosa: Rumasa era propietaria de bancos (en lugar de lo contrario, que es lo habitual) a través de los que se autoconcedía créditos. La expropiación del grupo decidida en 1983 por el Gobierno de Felipe González fue avalada en lo sustancial por sucesivas sentencias judiciales, pero trastocó a Ruiz-Mateos. Obsesionado desde entonces por recuperar su imperio, protagonizó numerosos esperpentos, fue diputado en el Parlamento Europeo, compró un club de fútbol y estuvo en la cárcel. Con los notables restos del naufragio de Rumasa, los Ruiz-Mateos han alzado otro grupo que también ha tenido problemas con la justicia. En todo caso, la imagen que deja el patriarca al fallecer es la de un empresario que prosperó con métodos heterodoxos de otros tiempos que hoy son imposibles... o deberían serlo.