El proceso soberanista

Reflexiones de un pariente de charnegos

¿Puede un presidente autonómico constitucional sentarse a negociar el monotema de la ruptura de España?

INOCENCIO ARIAS

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Diplomático almeriense nacido en Albox y criado en Vélez-Blanco, he consumido unas 330 cajas de cava a lo largo de mi vida. 4.000 botellas. De niño pedía tebeos por reembolso a la calle Aribau de Barcelona. Recibía El Coyote del venerado Mallorquí. Mis ídolos futbolísticos eran Basora -quería parecerme al gamo de Colombes- y Zarra. Estudié en Orihuela con competentes jesuitas catalanes. Cantábamos «rosa d'abril, morena de la serra, de Montserrat estel…».

La primera urbe importante que visité fue Barcelona. La admiré antes que Madrid en 1952, con motivo del Congreso Eucarístico con el que el régimen de Franco presumía; una noche se me apareció en Les Corts el gran Kubala en un bolo del España Industrial. Provinciano, me pasmé de que se jugara de noche. Algo imborrable Ladislao haciendo diabluras. Estuvimos en Badalona, que debía contar ya con más gente de Vélez que la que quedaba en el pueblo. Tengo allí amigos íntimos. Visitábamos a un paisano y me asombré cuando en calles diferentes dos velezanos emigrados reconocían a mi madre («¡Hombre, doña Encarnación!...»).

En las oposiciones disfruté leyendo a Vicens Vives y Reglà. Destinado a Bolivia, piqué como un pardillo e importé una caja de champán junto con vinos Paternina y Torres. Craso error lo primero. Reflexioné: «Pero, so mamón, si el cava es bueno, de precio asequible y tu estás aquí para promocionar todos los productos españoles. ¿Qué ganas dando los cuartos a los franceses y no a los de Sant Sadurní?». Nunca compré más champán. Cava y más cava. En La Paz monté en la radio del padre Gramunt un concurso donde el ganador iba con Iberia a Madrid o Barcelona. Dos de los cinco temas que escogí eran Gaudí y Amadeo Vives.

Deseo que el Barça pierda 6-0 con el Madrid, pero no disfruto en absoluto, al contrario, si cae con el Chelsea. Pienso -y lo digo aunque resulte blasfemia en los madriles- que el tridente Messi-Neymar-Suárez es mejor que Benzema-Bale-Ronaldo. Trabajé bastante, como otros de Exteriores, para que Barcelona lograra los JJOO. Fui parte del comité organizador y me esponjé, como si se tratara de Almería, cuando salió bien.

Como embajador en la ONU porfié denodadamente para que Kofi Annan recibiera a Pujol. Alegué la importancia de Catalunya y la talla intelectual del honorable. Se logró, y no era fácil, porque todos los políticos, presidentes regionales y ministros del mundo querían la foto con Annan. Cuando venía a España de consultas (guerra de Irak…) compraba siempre para mi hijo magdalenas Martínez y Cola Cao (con algún problema en la aduana yanqui con el Cola Cao). Recomendé a menudo en EEUU a grupos que visitasen Catalunya («hombre, Andalucía es preciosa, pero si estuvieron allí hace cuatro años, ¿por qué no ven Barcelona y el románico?»). Compro comida para mi perro hecha invariablemente en Catalunya y no pido que me receten medicinas de otros sitios de España. Boicotear productos de zonas de España me parece un error. Concluyo. Publico mis libros en una editorial catalana y unos pequeños ahorros para mi retiro están en un banco catalán.

Lo descrito es normal. Lo hago yo y lo hacen el 97% de los diplomáticos españoles. Consumimos y defendemos lo catalán como lo canario o lo andaluz. ¿Por qué me topo ahora con que «Espanya ens roba» ¿Resulta que Basora o Serrat, que llenaron mi vida, no eran españoles? ¿Idealizaba a dos extranjeros? ¿Es Joan Manuel menos mío que Cecilia? No. ¿Debo sacar mi dinero del banco catalán? No, rezo para que no me den motivos. ¿He de renunciar a las magdalenas Martínez, frenar mi consumo de cava y transitar del todo al de Requena, que también sabe bien? ¿Deberé abandonar el fuet catalán y comprar exclusivamente el de El Pozo, de similar calidad? ¿Cambiar la dieta del perro porque me soliviante la cantinela del robo? Los que tributamos en Madrid, la comunidad que más aporta a la bolsa común, oímos con estupor lo de que «Espanya ens roba». ¿Robo a Catalunya, consumiendo con gusto sus productos? Soy muy reacio a cambiar mis usos, pero ¿puedo descartarlo del todo en el futuro con lo que oigo de algún dirigente catalán en el que se intuyen no solo invenciones sino una condescendencia irritante hacia los que somos de otras comunidades?

Sentarse y hablar es necesario, y ver si hay agravios reales -varias comunidades creen tenerlos- o inventados por el victimismo, pero ¿puede un presidente constitucional sentarse a negociar el monotema de la ruptura de España? Otra visión funesta no descartable: ¿puedo con satisfacción vislumbrar una Liga sin Barça y Espanyol? Con satisfacción, res, cero; soy madridista pero no bobo, una Liga sin ellos quedaría coja. Igual que una España sin Catalunya. ¿Cómo quedarían Barça y Espanyol? Una perspectiva nada agradable.