La crisis migratoria en Europa

¿Dar asilo o recuperar fronteras?

Los efectos del avance del Estado Islámico han desbordado la normativa europea sobre refugiados

XAVIER RIUS

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Pese a que la imagen del pequeño Aylan Kurdi ha sido el revulsivo para que Angela MerkelFrançois Hollande y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, exijan que los países de la Unión Europea (UE) acojan a 120.000 refugiados a la vez que se fija un mecanismo permanente de reparto, parece difícil que los 28 países de la UE, con sus respectivos gobiernos y parlamentos estén a la altura de la magnitud de la crisis. Porque esos 120.000 (la ONU reclama 200.000) son solo una pequeña parte de esos cuatro millones de refugiados sirios que malviven en campos de Turquía, Líbano o Jordania que, ante la eternización del conflicto desean iniciar un proyecto de vida en Europa o América. Y como ellos también llegan refugiados de Irak, Somalia, Afganistán, Libia, además de palestinos que llevaban dos generaciones viviendo en Líbano o Jordania y se ven empujados por la llegada de estos millones de sirios.

Para implementar un mecanismo permanente de reparto es necesario el acuerdo de los Veintiocho para modificar el Convenio de Dublín sobre asilo, que exige que la solicitud se realice en el primer país de la Unión al que se accede y que el refugiado se quede allí. El gobierno conservador húngaro de Viktor Orban, nos guste o no, cumple con el convenio y con el tratado de Schengen cuando intenta impedir la entrada de refugiados, registrarlos y evitar que vayan hacia Austria o Alemania. La crisis actual es distinta a las anteriores dado que, mientras en el caso de Bosnia o Kosovo había la certeza de que el conflicto acabaría terminando, ahora no parece que se vaya a alcanzar la paz en los países de los que huyen, siendo además la población afectada mucho mayor. El derecho de asilo se reguló tras la segunda guerra pensando en dictaduras tercermundistas y conflictos lejanos y con pocos demandantes. Pero todo ha cambiado con el Estado Islámico a unos cientos de kilómetros de Europa.

UN PARCHE

Por ello, o las instituciones europeas y los 28 estados tienen la valentía de asumir esta realidad y se explica sin miedo, o lo que se hará será solo un pequeño parche, que se verá desbordado por cientos de miles de nuevos refugiados que llegarán los próximos meses, con más tragedias en el mar o en camiones frigoríficos y nuevos episodios vergonzantes como los que se viven estos días en Hungría. Patético ha sido el papel del presidente español, Mariano Rajoy, que hace dos meses argumentando la tasa de paro española se negó a aceptar la cuota inicial de 5.849 que solicitaba Bruselas, y patéticas fueron la declaraciones que hizo en Berlín junto a Merkel hace siete días, cuando se mostró generoso afirmando que estaba dispuesto a acoger un máximo de 2.749, pese a que tras el impacto por la imagen del pequeño Aylan se haya mostrado dispuesto a incrementar dicha cifra.

 Rajoy, como otros muchos gobernantes europeos, se escuda en estadísticas macroecónomicas. Pero, ¿es que acaso la situación económica de Turquía, Jordania o Líbano que acogen a cuatro millones de refugiados es boyante? Es una cuestión de valores y derechos humanos que no se proclamaron para incluirlos con orgullo en los primeros capítulos de las constituciones de los países europeos, sino para aplicarlos. Y si se cree en el derecho a la vida y que ello significa dar refugio y asilo a personas cuya vida está en peligro, este derecho debe garantizarse dándoles asilo, a la vez que se ayuda económica y materialmente a los países cercanos que acogen más refugiados.

 Ahora nos encontramos con una pregunta que nadie en Bruselas se atreve a responder. ¿Qué pasará con aquellos estados de la Unión cuyos gobiernos en nombre de su soberanía nacional, su situación económica o por temor a ser derrotados electoralmente, se nieguen a cumplir el acuerdo de acoger a su cuota de los 160.000 o a sumarse a este mecanismo permanente de reparto? ¿Saldrán del acuerdo de Schengen aquellos que quieran evitar la entrada o circulación de refugiados en sus fronteras? La libre circulación de Schengen, que ya desean revocar fuerzas como el Frente Nacional francés, puede desaparecer si se vuelven a levantar algunas de las fronteras interiores de la Unión. Pensábamos hace unos meses que el euro podía ser el talón de Aquiles del proyecto de unidad europea y quizá lo acabará siendo el dereho de asilo y el rechazo a la libre circulación de Schengen.

Europa se enfrenta ahora a su mayor desafío, y lo peor de todo no es el riesgo de un retroceso en el proceso de unidad. Lo peor es que con impedimentos a que lleguen como refugiados no se evitará su entrada, pero crecerá su sufrimiento y la pérdida de vidas, beneficiando solo a esas mafias dispuestas a transportar como ganado o a dejar morir a quienes Europa no sabe si dejar entrar como personas.