Las elecciones catalanas

27-S: monólogos y voluntarismo

Tanto Junts pel Sí como Sí que es Pot basan su discurso en que con tesón siempre se logra lo que se quiere

SALVADOR MARTÍ PUIG

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 Aún no ha comenzado oficialmente la campaña de las elecciones anticipadas del 27 de septiembre, pero ya se han perfilado cuáles serán los dos temas estrella (ambos legítimos) de los comicios: el procés. El primer tema –el del proceso (una palabra muy kafkiana, por cierto)– está impulsado por la lista de Junts pel Sí. Una lista que agrupa a partidos, personalidades y sensibilidades tan diferentes que ha optado por no hacer demasiada mención de las políticas públicas sustantivas que pretende impulsar y se centra en la cuestión procedimental de cómo «desconectar» Catalunya de España a través de la llamada hoja de ruta. Y si bien aún queda mucho por definir de este procés, las declaraciones de Raül Romeva (que es el cabeza de lista pero no el candidato a president de la Generalitat) exponen que será una dinámica que irá «de abajo arriba» y que tendrá como objetivo crear estructuras de Estado.

Por otra parte, la candidatura de Catalunya Sí que es Pot hace mucho énfasis en el tema de las políticas públicas sustantivas, es decir, las medidas que impulsaría desde la Generalitat en caso de ganar. Así, la lista que encabeza Lluís Rabell habla de cuál es la sanidad pública, la educación obligatoria y universitaria, los servicios sociales y los planes de barrio que quiere llevar a cabo con la voluntad de generar una sociedad más cohesionada y justa. En este caso, la opción de Catalunya Sí que es Pot hace bandera de cuáles son los fines que pretende, sin hablar demasiado de los medios económicos ni técnicos con que cuenta, es decir, de cómo lo hará si tiene la responsabilidad de hacerlo.

Lo más singular de esta campaña es, pues, que las dos candidaturas que han empezado con más empuje hablan a través de dos lógicas diferentes: una hace énfasis en que su programa es procedimental, mientras que la otra tiene como bandera el debate sustantivo centrado en políticas públicas. En este sentido, más allá de la carencia de los programas en cuestión (a los que les falta una pata para ser creíbles), todo hace prever que será muy difícil que haya un debate real y sincero entre estas dos propuestas políticas. Todo indica, pues, que la campaña se reducirá a la reproducción interpuesta y repetitiva de dos monólogos sin puntos de contacto.

Pero más allá de lo expuesto también hay que señalar que las dos candidaturas hacen mención y bandera del mantra obamita (de Barack Obama, claro) que reza Yes, we can. Unos dicen que «juntos todo es posible» (incluso la independencia), y los otros dicen que «sí se pueden hacer las cosas diferentes» (incluso las políticas económicas). Estos mensajes, si bien son atractivos, apelan al voluntarismo y la agencia. Es decir, tienen como premisa que siempre se puede conseguir lo que se quiere si se pone voluntad, firmeza y fe. El problema de este discurso –tal como sabemos quienes trabajamos en el ámbito de las ciencias sociales– es que la realidad y los acontecimientos históricos son fruto de la combinación entre la agencia (los actores que empujan en una dirección) y la estructura (el contexto que condiciona y constriñe). Pero el problema del 27-S es que nadie habla del contexto donde realmente nos encontramos y que nos condiciona. Hoy casi nadie habla seriamente del contexto institucional y financiero establecido por el Estado español y la Unión Europea, ni del contexto global, donde hay embates de turbulencias financieras y crisis humanitarias como la que se está viviendo en el Mediterráneo. Esta cuestión es importante, porque si no somos capaces de abrir un debate complejo y solo nos dedicamos a simplificarlo y situarlo en una única dimensión (la que más favorece a nuestros deseos), hacemos un mal servicio a la ciudadanía y al país.

Antes de terminar me gustaría exponer que este debate (el de la agencia frente a la estructura) es muy relevante, y si no se tiene en cuenta puede ocurrir que después de la campaña electoral la ciudadanía vea que todo lo que se había prometido se evapora y se derrumba, y comience una nueva etapa de profunda frustración y mayor desafección política (que ya es decir). Esto ya ha ocurrido en Estados Unidos, donde Obama prometió grandes reformas diciendo «Yes, we can» pero pronto terminará ocho años de gobierno con un balance bastante pírrico, ya que solo ha podido hacer pequeños cambios debido a los múltiples vetos que ha encontrado en el Congreso y a las dificultades económicas y geopolíticas. Por eso me sorprende que, a pesar de los magros resultados del político que acuñó el eslogan Yes, we can, aún hoy se obtengan réditos electorales pronunciándolo en nuestros lares.