Puertas abiertas, puertas cerradas

ROBERT MANRIQUE

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Mucho se está hablando sobre la reunión del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el imputado Rodrigo Rato. El ministro comparecerá ante el Congreso para dar su versión sobre el encuentro, que al ser descubierto calificó como "al margen de la situación procesal y exclusivamente personal".

Abrir la puerta del 'sancta sanctorum' de Interior a un imputado al que se investiga por cinco delitos fiscales, uno de blanqueo y otro de alzamiento debe ser normal en las relaciones personales de la alta política. Abrir la puerta ministerial ya sea a un imputado, un acusado de delito o a un presunto delincuente (qué difícil escribir presunto) debe ser una gran prueba de amistad.

Pero lo peor del caso es que mientras se abre la puerta a un amigo del partido, y como exministro también colega de profesión, se cierra la puerta a la ciudadanía anónima... la misma a la que se intenta vender humo.

La puerta ministerial que ha abierto a Rodrigo Rato es la misma que ha cerrado a 280 ciudadanos que sufrieron un atentado mientras residían en Cataluña. El ministro amigo le abre la puerta a un individuo que llegó a ostentar el rango de jefe de Estado al ser director del FMI, pero la cierra para destinar 30.000 míseros euros para buscar, informar y asesorar a esos 280 ciudadanos y a sus familias.

Mientras el ministro del Interior, atendiendo a la amistosa solicitud de tipo personal, conversaba con Rodrigo Rato no estaba atendiendo a otras cuestiones que entiendo mucho más importantes porque son de bien común. Y como soy un ciudadano mucho más ejemplar y mucho mejor persona que el tal Rodrigo Rato, por si el señor ministro tiene deseos de abrirme la puerta voy dejando pistas sobre las cuestiones que podríamos tratar: para empezar, sobre la localización de esas 280 familias ilocalizadas y la triste frase ministerial "la víctima que quiera algo que venga a vernos". También podríamos hablar sobre la situación actual del expediente de una treintena de víctimas del atentado de Hipercor que están pendientes de una indemnización. O de qué opina de la información publicada por el Tribunal de Cuentas en mayo pasado sobre las extrañas subvenciones otorgadas a ciertas asociaciones de víctimas del terrorismo. O qué le parece manifestarse "contra ETA" y aprovechar para recoger firmas contra el Estatut de Catalunya. Quizás quiera explicar en qué consiste ese convenio de intervención psicológica con víctimas del terrorismo y qué formación y experiencia tienen los supuestos profesionales. O hasta podríamos hablar del Memorial de Vitoria y de qué personajes deciden sobre el tema y, ya puestos hablar, sobre la legislación actual para saber quién, en realidad, es considerado como víctima y quién no. ¿Y disertar sobre los teatreros que pululan en el mundo de víctimas del terrorismo? O de la situación de las víctimas españolas que sufren atentados en el extranjero, de los llamados secuestros exprés o de por qué no evitar que una víctima deba cruzarse en la sala de la Audiencia con los autores del atentado ya liberados.

Para el final, podría apartar del yate al imputado Rodrigo Rato y volver a abrirle la puerta porque doy por seguro que comparten la idea del "principio de la vida en la concepción". Así podríamos hablar los tres de la solicitud de varias familias catalanas para que sean reconocidos los fetos que no llegaron a nacer a consecuencia de un atentado terrorista sufrido por la madre gestante.

Puertas ministeriales abiertas para los amigos imputados. Puertas cerradas para víctimas anónimas del terrorismo que no bailan al son de los tambores.