Del selfi al narcisismo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
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El profesor Esteve Miralles ha escrito un post memorable (https://estevemiralles.wordpress.com) sobre el narcisismo como la gran narrativa del mundo actual. Es una idea muy potente que explica de manera brillante los rasgos comunes en realidades aparentemente tan diversas como el neoliberalismo y la tecnopolítica. Otros autores nos habían advertido antes de la naturaleza del fenómeno cuando hablaron de la cultura del yo (Helena Béjar) o del egosurfing (Llucia Ramis). Pero nadie había sabido captar como Miralles su dimensión narrativa a través de la cual impregna movimientos y personajes contrapuestos, cuando no directamente antagonistas.
Esta pulsión narcisista ha llegado también a nuestra vida cotidiana. El selfi no deja de ser una manifestación más de la obsesión por nuestra individualidad que convierte los momentos íntimos en acontecimientos sociales a través de las redes. Lo importante es el relato público de la peripecia individual.
Salto político
Existe incluso un narcisismo solidario, sostiene Miralles,que necesita de pobres y marginados para cultivar el yo de quienes se otorgan el papel de protegerlos y ampararlos siempre y cuando la solución de «sus» problemas no complique los «míos». El drama es que la individualidad suprema no puede desempeñar el mismo papel en dos relatos paralelos. De momento, el narcisismo solidario ha colonizado el discurso político. E incluso ha llegado a justificar ciertas prácticas que clásicamente serían calificadas de nepotismo puro y duro. Lo importante es convertir «mi»· problema en «nuestro» problema. Lejos de aquel tiempo en el que la gente se agrupaba buscando sus problemas comunes.
La narrativa narcisista impregna a Merkel y a Tsipras (todavía más a Varoufakis). A Rajoy, pero también a Iglesias. A Mas, pero de igual forma a Colau. Y el relato que origina es mucho más efectivo en la oposición que en el gobierno. Es el salto del «se puede» al «va a ser que no». Porque el gobierno define lo «común» que es algo más que la simple concatenación de lo propio de cada uno. En la narrativa narcisista, los individuos se emancipan pero son más ingobernables.
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