Revisitando el Congreso (de Viena)

El tratado firmado hace dos siglos constituye el primer sistema de seguridad colectiva moderna

MANUEL MANONELLES

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Viena es una de esas ciudades que uno no se cansa de visitar de vez en cuando, peregrinando por sus cafés míticos, disfrutando de su rica arquitectura o de una inagotable oferta cultural, especialmente la musical y museística. Una buena excusa para hacerlo, si es que hay, es la celebración del bicentenario del Congreso de Viena, que concluyó con la firma de la conocida como Acta Final, el 9 de junio de 1815. Y es que este congreso fue, y sigue siendo, un hito crucial no solo en la historia europea, sino también en la evolución de la praxis diplomática, tanto o más como lo fueron los tratados de Westfalia (1648) o los de Utrecht (1713). Hoy hay consenso entre los expertos al considerar el Congreso de Viena como un punto de inflexión, como la puerta de entrada a la política internacional moderna, dejando atrás las prácticas diplomáticas, y algunas de las instituciones, del antiguo régimen.

Al mismo contribuyeron tres primeras espadas de la historia diplomática, el enérgico príncipe Metternich (Austria), el camaleónico y astuto Talleyrand (Francia) y el impopular aunque íntegro lord Castelreag(Reino Unido). A estos hay que sumar el papel destacado que jugó el zar Alejandro I, aclamado como el liberador de Europa, muy influido por los pensadores ilustrados y que llegó a insinuar, a fin de mantener la paz en el continente, la creación de un ejército europeo.

Como tantas otros momentos históricos el Congreso no deja de ser en sí mismo una gran paradoja. Concebido como un instrumento para devolver al que se consideraba "el orden natural", restaurar el absolutismo y asegurar los tronos de los "soberanos legítimos" anteriores a las guerras revolucionarias francesas y napoleónicas; el Acta Única terminará consagrando los cimientos de una nueva Europa y de uno de los primeros sistemas de seguridad colectiva de la historia.

Es cierto que fruto del congreso se constituirá la Santa Alianza que se esforzará para mantener o restaurar el absolutismo en gran parte de Europa, incluyendo la Península Ibérica; pero más significativo es que aquel supondrá la consagración del principio del balance of power o equilibrio de poderes y su evolución hacia un sistema de congresos, es decir de cumbres diplomáticas de alto nivel (Aix-la-Chapelle 1818, Troppau 1820, Laibach 1821 y Verona 1822), una idea muy temprana de diplomacia multilateral basada en el equilibrio entre potencias, y el desarrollo de una práctica diplomática mucho más constante. Todo esto se acabará consagrando, incluso después del último de los congresos, en lo que se conoce como el Concierto Europeo, un cierto equilibrio concertado entre las cuatro grandes potencias que conseguirá un contexto de paz relativa en Europa -sin conflagraciones a gran escala- de casi un siglo hasta el estallido de la primera guerra mundial en julio de 1914.

Tráfico de esclavos

A ello hay que sumar la confirmación de la disolución de un gran número de los microestados germanos -especialmente los principados eclesiásticos- haciendo así posible la creación de la Confederación Germánica. Esta entidad, aunque etérea, será un primer intento para dar coherencia a los territorios alemanes, tras la disolución del Sacro Imperio Germánico (1806) pieza clave de la gobernabilidad de Europa durante casi ocho siglos y semilla de un proceso de unificación que arrancará medio siglo más tarde.

Entre otros hechos especialmente innovadores en Viena también se acordó, en su artículo XV, la prohibición del tráfico de esclavos, a propuesta del Reino Unido, el parlamento del cual ya lo había hecho el 1807. También al abrigo del Congreso nació la Comisión Central de Navegación de Rin, la decana de los organismos internacionales hoy todavía en activo, con sede en Estrasburgo. Pero lo que lo hace más trascendental es la suma de medidas y prácticas mencionadas que constituirán el que se considera uno de los primeros sistemas de seguridad colectiva, y colaborativa, moderna; un claro precedente de la Sociedad de Naciones y de las Naciones Unidas, pero también de la Unión Europea.

Dos anécdotas ilustran la gran ascendencia del congreso en la forma de practicar la diplomacia contemporánea. Firmado el armisticio de Compiègne, y preparándose para trasladarse a París a negociar los acuerdos de paz que en Versalles cerrarían la primera guerra mundial, el Foreign Office británico encargó una historia del Congreso de Viena, que fue distribuida en toda la delegación diplomática británica a modo de manual. Un estudio que fue utilizado también, entre mucha otra bibliografía, para preparar una tesis doctoral que sobre el mismo llevó a cabo en 1954 un tal Henry Kissinger. 

Director general d'Afers Multilaterals i Europeus de la Generalitat.