Los SÁBADOS, CIENCIA

Historia de la medicina catalana

Pese a los agravios económicos, tenemos unos excelentes profesionales con la máxima vocación

MANEL ESTELLER

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Catalunya ha tenido grandes médicos a lo largo de su larga historia que la colocan entre las naciones más destacadas del mundo en esta área del conocimiento. Y es también cierto que muchas veces se desconoce este hecho, en parte debido a una larga tradición nuestra de no querer presumir de las virtudes de los profesionales nacidos en casa o que han desarrollado su labor en nuestra tierra. Así pues, quisiera ahora que entráramos en una máquina del tiempo y vamos del pasado al futuro en unas pocas líneas, a velocidad de vértigo como los visitantes de Barcelona que se suben a un bus turístico.

Los médicos de la prehistoria catalana, si existían, no sabemos muy bien qué hacían. Algunas pinturas rupestres nos dan detalles sanitarios como imágenes de guerreros heridos o de posibles brujos. Los huesos nos muestran agujeros en cráneos (trepanaciones) y restos de fracturas. Las primeras sociedades más organizadas, como otras culturas ibéricas, nos proporcionan más pistas sobre los primeros tratamientos de lesiones traumáticas óseas. Los griegos nos dan un poco de luz (así que sería justo hoy devolver el favor) y sus colonias aportan nuevos conocimientos médicos y nos dejan un suvenir: la estatua de Esculapio en Empúries. El Imperio romano sigue la tradición griega, pero su desmoronamiento causa también un cierto desconcierto médico («¿Qué han hecho los romanos por nosotros?», como dirían los Monty Phyton). Solo al principio la influencia de la cultura árabe, entonces más avanzada, seguida por el nivel alto de los médicos judíos locales permite mantener un nivel bueno. Un hecho es posteriormente vital: la relación con la escuela de Montpelier, que terminará originando que el mejor médico del mundo de aquella época sea un catalán: Arnau de Vilanova. Consultado por reyes y papas, su influencia es extensa y continúa siendo una figura de referencia en nuestra historia. Si damos otro salto, nos colocamos ya en Miquel Servet, catalán de la Franja y descubridor de la circulación cardiopulmonar. Y la máquina nos lleva ahora hasta Pere Virgili (el que lleva el nombre de la universidad, como diría Núñez), cirujano enamorado del mar y creador de colegios de cirugía. Para los que os habéis perdido ya, ahora llegamos a después de las guerras de Napoleón cuando por primera vez se unifican medicina y cirugía. Hasta entonces eran vecinos de planta que no se hablaban: solo un «hola» flojito en el ascensor. Destaca entonces el reusense Pere Mata, demostrando que lo de esta gente de Reus viene de lejos.

Cogemos aire. Estamos ya comenzando la segunda mitad del siglo XIX. Barcelona crece y se organiza, y con la nueva emergente ciudad florece también su medicina. El Eixample de Cerdà, la anexión de los pueblos cercanos, la Exposición Universal de 1888, que mi bisabuelo fue a visitar de niño cruzando el río Llobregat sobre una pequeña balsa..., todo suma. Se crean los nuevos Hospital Clínic de la calle de Casanova y el Hospital de Sant Pau. Santiago Ramón y Cajal en cuatro años y medio en Barcelona hace los descubrimientos decisivos de su obra, explicando que las neuronas no están pegadas. Y el doctor Jaume Ferran destaca por su trabajo en las vacunas, especialmente contra el cólera y la de la rabia. August Pi i Sunyer crea el Institut de Fisiología... El camino parece brillante y de trayectoria exponencial, pero la guerra civil de 1936-1939 y la posterior represión contra todos los profesionales que apoyaron al Gobierno legalmente establecido de la República provoca una diáspora científica e intelectual. No es hasta los últimos años de la dictadura, y ya con las autonomías, cuando Catalunya empieza a recobrar este extraordinario capital humano exiliado.

Hoy disponemos de unos excelentes profesionales en las ciencias médicas que, a pesar de los agravios económicos a los que  estamos sometidos, desarrollan su labor asistencial e investigadora con la máxima vocación. Y nuestra medicina es internacional. Desde Catalunya se trabaja en red con los mejores hospitales de otros países intercambiando conocimientos y colaborando en ensayos clínicos. He de reconocer que me hace particularmente feliz contribuir a que uno de nuestros médicos recién formado en nuestras universidades, se lo disputen en Harvard para hacer una posresidencia, un máster o una tesis doctoral. ¿Volverán? No lo sé. En todo caso desear que sigan llevando la impronta de su formación en nuestro país y defendiendo la calidad de la medicina del país que han dejado atrás. Quisiera terminar disculpándome por haberme olvidado de citar a tantos profesionales médicos que han contribuido al desarrollo de esta disciplina en nuestra tierra. Por eso os recomiendo que vayáis a los expertos, así como a los libros y monografías de la Real Acadèmia de Medicina de Catalunya y del Institut d'Estudis Catalans. Particularmente destaco Historia de la Medicina Catalana del doctor Jacint Corbella, fuente de inspiración para este artículo. Por favor, no olviden nunca a los maestros que nos precedieron.

Médico. Institut d'Investigacions

Biomèdiques de Bellvitge.