El futuro del planeta

Ola de calor y cambio climático

Ahora solo podemos concluir que un episodio concreto es casi imposible de explicar sin el calentamiento global

MARIANO MARZO

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¿Quién no ha escuchado estos días, a propósito de la ola de calor, comentarios que achacan este evento al cambio climático? Estas afirmaciones resultan hasta cierto punto lógica si tenemos en cuenta dos factores. Por un lado, la creciente sensibilización de la población frente al fenómeno global del cambio climático. Por otro, el ritmo cada vez más acelerado con el que nos llega informaciónsobre eventos meteorológicos extremos (olas de calor, grandes tormentas, sequias, inundaciones, etcétera) algunos de ellos con consecuencias catastróficas.

No hay más que repasar la hemeroteca reciente para constatar cómo el pasado mayo, India sufría una ola de calor mortal: las temperaturas llegaron a alcanzar los 47°C, causando alrededor de 2.200 muertos. Y tan solo un mes después, en junio, otra ola de calor, esta vez en Pakistán, se cobraba las vidas de varios cientos de personas. Por otra parte, algunos destacados políticos también han contribuido con sus declaraciones a fomentar la idea de que algunos acontecimientos meteorológicos extremos no son más que una manifestación del cambio climático. Por ejemplo, a principios de este año, en una vista a una explotación agrícola seriamente afectada por la sequía que desde hace tres años azota California, Barack Obama se refirió a ella, la peor en el registro histórico del estado, como un ejemplo del daño que el cambio climático puede causar. Y en el 2014, David Cameron, primer ministro de Gran Bretaña, explicitaba sus sospechas de que el cambio climático estaba detrás de las inundaciones que habían asolado áreas el suroeste del país.

En realidad, la percepción pública de una incidencia creciente del tipo de eventos mencionados no es errónea. Los datos de algunas grandes aseguradoras muestran a las claras que el número de eventos extremos no ha parado de crecer desde principios de la década de los ochenta hasta la actualidad, de manera que la frecuencia de las grandes tormentas se ha multiplicado por más de dos, mientras que la de las inundaciones y olas de calor se han más que triplicado.

Relación causa-efecto

Sin embargo, los científicos del clima se muestran muy cautos a la hora de atribuir fenómenos meteorológicos específicos al calentamiento global. Saben que resulta imposible afirmar de forma categórica si el cambio climático es el causante, o no, de una inundación o sequía en particular. El problema es que el tiempo atmosférico depende de una compleja interacción de muchas variables, e identificar la importancia de cualquiera de ellas resulta una tarea muy complicada -una situación perfectamente ilustrada por la célebre idea del matemático y meteorólogo Edward Lorenz de que el simple aleteo de una mariposa en una parte del mundo puede causar un huracán en otra-.

Lo único que pueden hacer los científicos es relacionar cambio climático y eventos meteorológicos extremos en términos probabilísticos. Algo semejante a lo que sucede hoy con el cáncer de pulmón y el tabaco. Un médico no puede estar seguro al cien por cien de que un fumador ha contraído dicha enfermedad a causa de su hábito (el paciente también podría haber desarrollado cáncer de pulmón aunque no fumara). Sin embargo, sí que es posible afirmar que fumar incrementa el riesgo de cáncer y que, en sentido amplio, fumar produce cáncer. De manera similar, hoy los científicos están en condiciones de afirmar que el cambio climático aumenta por un determinado factor el riesgo de ocurrencia de ciertos fenómenos meteorológicos extremos, e incluso, en algunos casos, pueden llegar a concluir que un episodio concreto resulta casi imposible de explicar sin apelar al calentamiento global. Este es el nivel de certeza al que, por el momento, se puede aspirar.

Un nivel que convendría mejorar en el futuro. Concentrar esfuerzos en investigar los ligámenes entre el cambio climático global y la meteorología local resulta necesario, tanto desde una perspectiva científica, como desde el punto de vista de una mejor comprensión ciudadana de la magnitud del desafío. Durante años, el debate central de la ciencia del clima ha girado en torno a cuántos grados podría aumentar la temperatura media superficial del planeta hasta el 2100 una cuestión importante ya que cualquier acuerdo internacional pasa por fijar un límite al respecto). Sin embargo, esta aproximación presenta el inconveniente de que la opinión pública puede percibir el cambio climático como algo que sucederá a muy largo plazo. Además, a la mayoría de la gente se le hace difícil pensar en términos de temperatura media global. Lo que les interesa es conocer la temperatura local y cómo los eventos extremos inducidos por el calentamiento global puede impactarles a corto plazo.

Catedrático de Recursos Energéticos. Facultad de Geología (UB).

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