El proceso soberanista

El mundo se acaba

Catalunya está en un momento histórico y el interés de país ha de pasar por delante de todo y de todos

ERNEST BENACH

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La tía de un buen amigo le argumentaba hace pocos días que los mayas tenían razón: ¡el mundo se acaba! Y la buena mujer lo explicaba a partir de una serie de acontecimientos que están sucediendo en los últimos años y que han confluido en varias crisis económicas y políticas de grandes dimensiones, y lógicamente también a partir de los cambios constantes que vive nuestra sociedad.

Cambiamos de alcalde y gana aquel que nunca habríamos sospechado, y nuestros esquemas mentales se rompen. Queremos coger un taxi, pero hay una aplicación en internet que permite que nos traslademos más rápido y barato, y los taxistas se quejan. Queremos viajar y encontramos gente en la otra parte del mundo que nos ofrece su casa, por un precio razonable, o sencillamente con que les dejemos la nuestra les basta, y el turismo se reinventa. Incluso hacemos una carrera sin conocer personalmente, cara a cara, a ninguno de nuestros profesores... Pero aprendemos y somos competentes en la materia que hemos estudiado, y es la universidad quien necesita reinventarse. Y estos pequeños ejemplos ahora mismo tienden al infinito. Y es que es cierto, el mundo, tal como lo hemos conocido, probablemente se está acabando.

En los últimos años las sacudidas que ha sufrido la economía mundial son de magnitudes considerables. Una crisis local termina por convertirse en global con una facilidad extraordinaria. Y entonces las repercusiones son planetarias. Pero como vivimos en un contexto de acción-reacción, a la acción planetaria le llega una reacción planetaria. Los discursos en economía, política o aquellos que afectan a los aspectos más sociales de nuestra vida están cambiando en todas partes.

Todo se mueve, y los resultados de todo ello son bien inciertos. Las doctrinas políticas clásicas resisten, pero más por inercia que por evolución. ¿Hasta cuándo resistirán sin redefinirse a fondo? La socialdemocracia, por poner solo un ejemplo, probablemente ha hecho un ligero lavado de cara doctrinal en los últimos años, pero no acaba de acertar en ninguna parte la reformulación que la sociedad actual le reclama.

En el ámbito teórico también hay mucho trabajo por hacer, porque al envejecimiento de las doctrinas clásicas, a la degradación del capitalismo, se le responde desde doctrinas renovadas pero poco contrastadas, aún en fase de definición y rellenas de dudas y contradicciones, lo que provoca que una parte importante de la población las mira aún con mucho recelo, con desconfianza. Porque quizá sí se puede, pero ¿a qué precio y con qué garantías?

No hace demasiado las primaveras árabes eran un síntoma de esperanza. Hoy son historia, y no precisamente con final feliz. Y es que la política internacional también se mueve por otros parámetros, y los conflictos regionales ya no son regionales. Lo que pasa en Palmira tiene a media humanidad preocupada. Hay preocupación por las formas y por el fondo de un estado totalitario, fanático y que no tiene ningún tipo de pudor en sacrificar lo que sea necesario, personas, patrimonio o bienes económicos.

El mundo está cambiando, ciertamente, y lo hace muy deprisa. Pero esto no es ninguna garantía de que estemos construyendo un mundo mejor. La historia lo certifica.

Momento histórico

Y a todo esto en Catalunya, en este momento de grandes cambios y de auténticas revoluciones, nos coge con la posibilidad de hacer un giro a la historia, de dar forma a una nueva realidad nacional basada en una historia milenaria, una cultura viva, una economía potente y una sociedad extraordinariamente solidaria. Leer el presente y saber interpretar el futuro es muy difícil. Políticamente es un ejercicio de riesgo. Pero ahora mismo, tenemos una oportunidad que, a lo largo de los siglos, se presenta en muy pocas ocasiones. Y depende en primera, y me atrevería a decir que en única instancia, de los mismos catalanes.

Es por ello que la responsabilidad de todos, políticos pero también ciudadanos, es inmensa. Conviene saber estar a la altura, por encima de todo. El interés de país pasa, tiene que pasar hoy, por delante de todo y de todos. Es el momento de los grandes acuerdos, s el momento de la generosidad, es el momento de saber reconocer a aquellos que han hecho importantes sacrificios. Y todavía más, hay que remachar el clavo, hay que sumar más, hay que convencer y hay que demostrar a todo el mundo que hay un objetivo común, y dedicar todos los esfuerzos y más a ganar la mayoría, que al fin y al cabo, es la clave de todo. Mayoría de diputados, mayoría de votos. Así de sencillo, el precio de la libertad.

El mundo se acaba, ciertamente, pero el mundo que viene será mucho mejor.

Expresidente del Parlament.