Panorama ante la reunión de los BRICS

El nuevo mundo bipolar

China cuenta para su diplomacia de seducción con ingentes cantidades para invertir en todo el mundo

GEORGINA HIGUERAS

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Conforme se consolida el divorcio de Moscú con Occidente, Rusia saca lustre a la riqueza de su enorme cuerpo asiático para afianzar el liderazgo de China frente a EEUU. Al igual que Nixon utilizó el desencanto de Mao con Jruschov para romper el aislamiento internacional de los comunistas chinos, Putin aplaude la política de Xi Jinping, encaminada a poner fin a la hegemonía de EEUU y a colocar al Imperio del Centro a la misma altura de la todavía híperpotencia.

No se trata de una nueva guerra fría. Pekín ha dejado claro que su avance "no es contra nadie" y que su prioridad sigue siendo económica y no militar. La tendencia geoestratégica, sin embargo, apunta a la división del mundo en dos bloques que giran en torno a EEUU y China. Sin embargo, a diferencia de los establecidos tras la segunda guerra mundial bajo tutela soviética y estadounidense, en la era global los nuevos bloques son interdependientes económicamente. Con la puesta en marcha de su política de apertura al exterior, en 1978, China se empeñó en la creación de un mundo multipolar. Convertida en la segunda potencia económica global y ante la falta de apoyo de Europa, se ve abocada cada día más a aceptar uno bipolar. El G-2 está impulsado por el afianzamiento en el plano militar de las alianzas de Washington con Japón, Corea del Sur, Australia y Filipinas. Además, en el plano económico, Pekín también se siente incómodo con el G-7 y el TPP (acuerdo Trans-Pacífico de Asociación Económica), que excluyen a China de los supuestos beneficios que aportan a sus miembros. Rusia, expulsada por la crisis de Ucrania del G-8; no invitada al TPP y enfurecida por el reforzamiento de la OTAN en sus fronteras europeas, alienta el malestar de China con EE UU y sus acólitos. El oso ha encontrado en el abrazo del dragón la fuerza para mantener intacto su orgullo.

Los días 9 y 10 de julio se celebra en Ufá -una ciudad situada en la falda de los Urales, montes que conforman Europa como una pequeña península del continente asiático-- la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Un Putin ufano porque Rusia se convirtió el pasado mayo en el primer suministrador de petróleo de China, tratará de escenificar el nuevo orden global. En Ufá se reunirán también los dirigentes de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la única institución internacional de carácter militar en la que China participa y de la que forman parte Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas centroasiáticas. Si finalmente en esta cumbre se integran India y Pakistán en la OCS, los BRICS se verían reforzados al dar Nueva Delhi un paso hacia Pekín. De estos cinco países que suponen el 40% de la población mundial y el 25% del PIB, Rusia y China son los más antioccidentales, Brasil y Suráfrica, los más cercanos a Occidente, e India, bajo la batuta de Narendra Modi, juega a entenderse con todos. Las enormes diferencias -ideológicas, económicas, culturales, sociales y de gobernanza-- existentes entre los cinco grandes países emergentes son el talón de Aquiles de los BRICS que, sin embargo, pretenden establecer en Ufá su hoja de ruta hasta el 2025.

China cuenta para su diplomacia de seducción con ingentes cantidades de dinero a invertir sobre todo en infraestructuras que faciliten los intercambios con los que asentarse como híperpotencia. Tras el éxito del lanzamiento del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, al que pese a la oposición de Washington se han sumado numerosos aliados occidentales, se espera que en Ufá se anuncie el Consejo de Gobernadores del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, lo que lo haría operacional a finales de este año. Con estas dos instituciones paralelas al Banco Mundial y el FMI, Pekín tiene en su mano los instrumentos para su diplomacia económica.

Si EEUU consolidó su imperio con el plan Marshall, la iniciativa de Xi Jinping es aún más ambiciosa. Inspirada en la antigua Ruta de la Seda, el presidente chino ha lanzado la llamada Un cinturón-una ruta, una estrategia que pretende unir por tierra, a través de Asia Central y de Rusia, los dos extremos del continente asiático -China y Europa-, y por mar, las costas chinas con las de África oriental a través del Índico. Además, Xi ha invitado a los países latinoamericanos del Pacífico a la iniciativa, que tratará de integrar las necesidades de expansión económica del interior de China con el impulso al desarrollo de los afectados. La base de la iniciativa es la creación de una red de transportes de personas, mercancías y energía, que facilite el comercio y conecte a los integrantes. Un cinturón-una ruta nació como proyecto en el 2013 y ya ha sido ofertado a más de 60 países. En ellos habitan 4.500 millones de personas y sus economías supera los 21 billones de euros, el 30% del PIB del planeta. Es decir, Xi ha puesto sobre la mesa la diplomacia económica que ofrece a la mitad del mundo.