Análisis

Pagar por el aire

Una sociedad que no permite divulgar libremente su patrimonio se empobrece

JULI CAPELLA

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Si clicas Dalí o Miró en la Wikipedia pensarás que los genios catalanes jamás pintaron un cuadro. Sus entradas biográficas solo van ilustradas con esculturas y murales en edificios. Y si esta ley europea progresa, a pesar de que Wikipedia ofrece un servicio gratuito, también tendrán que quitar estas fotos. Es un ejemplo de cómo un principio justo, el de los derechos de autor, ha ido degenerando en aberración. Poco a poco los interesados han conseguido que nos acostumbremos a algo antinatural. Hay que respetar los derechos de un creador, pero ¿cuánto valen? ¿Quién los valora? Y, sobre todo, ¿cuántos años deben durar? Se comenzó protegiendo 10 años y ya vamos por 70 tras la muerte del autor. Para los agraciados, un chollo, pero no para la sociedad en su conjunto. Esta ley, que restringe el libre acceso y difusión del espacio público o panorama, forma parte de un proceso implacable de privatización integral que venimos viviendo. Es consustancial al espíritu de estos tiempos de mercantilización extrema. La broma de «acabaremos pagando para respirar aire» suena cada vez menos descabellada. Ahora se plantea pagar por publicar una foto del aire de la calle. Pues siempre habrá algún edificio entrometido al final del encuadre.

Sin embargo, existe otra sensibilidad opuesta a esta iniciativa de parlamentarios populares y socialistas (otra vez más juntos). No surge de la institución, sino de la realidad social, se trata de gente dispuesta a compartir, del Creative Commons, del Copyleft, o Wikipedia, que proponen que la creación circule y que ejercen muchos científicos, programadores y hasta cocineros. Deciden devolver lo que han recibido. Una escultura en la calle, que fue pagada con dinero público o un edificio erigido ocupando un volumen de aire que antes era común y no estorbaba, no puede arrogarse no ser mirado, fotografiado y publicado. La ley mordaza, recientemente aprobadaprobada en España tiene algunas similitudes: también prohíbe fotografiar a policías en la vía pública. Ambas proponen censurar la realidad. Has de pagarla, pero te impiden publicar lo público. Tremenda contradicción. Y la pagas varias veces, cuando se urbaniza una calle, cuando se construye y ahora si quieres mirar.

Toda creación se basa en otras anteriores de una u otra forma. Si la novedad se protegiese para siempre no habría progreso. Los derechos morales y mercantiles deben ir acompañados de deberes y racionalidad. No pueden ser el Gordo de la lotería para unos pocos y el castigo para la mayoría. Una sociedad que no permite divulgar libremente su patrimonio se empobrece. Y si veta su espacio público se rompe.

Como ha escrito el catedrático de urbanismo José Fariña: «Si no queremos ver Las Meninas no vamos al Prado y resuelto el problema. Pero si no queremos ver el Auditorio de Calatrava... nuestra única solución es mirar al pavimento esperando no tropezar con los que vienen en dirección contraria (también mirando al pavimento, por supuesto)».

Un absurdo, aunque esté legalizado.