Editorial

La acusación falsa sobre la 'célula del Raval'

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Referirse a la complejidad de la lucha contra el terrorismo resulta una obviedad. Esta amenaza global que se desató con el atentado del 11-S se ha convertido en el principal eje de actuación de los servicios de inteligencia y de las fuerzas de seguridad de los países occidentales. Pese a las dificultades que entraña la búsqueda e identificación de células terroristas, todos los pasos deben darse con las máximas garantías, como en cualquier otro delito por otro lado, algo que incluye a los procesos judiciales que se deriven. No ocurrió así, según la investigación que publica hoy este diario, en el caso de la 'célula del Raval',  cuyos 11 integrantes fueron condenados en noviembre del 2009, con una pena que el Supremo rebajó en el 2011 a seis y ocho años de cárcel, por preparar un atentado en el metro de Barcelona. El testimonio de un terrorista suicida arrepentido fue determinante en la sentencia.

Pero, en su declaración al juez, este personaje clave mintió. No era un terrorista sino un confidente, lo que permite pensar que podría haberse inventado la existencia de la trama yihadista. Además, estaba en busca y captura en su país, Pakistán, por tráfico de personas. Es por ello que en todo el proceso, el policial y el judicial, no se siguieron las actuaciones adecuadas en búsqueda de pruebas definitivas ni en la coordinación de servicios secretos. Que esta denuncia sirva para revisar condenas injustas -si es el caso-, depurar responsabilidades y mejorar procedimientos que eviten errores tan graves como este.