La rueda

Efectos de la parálisis griega

Es inviable sostener un Estado construido sobre una burbuja crediticia que afecta al 180% del PIB

Esperanza García

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Fin de las reuniones con desplantes, acusaciones e insultos; fin de los fantasmas resucitados de la segunda guerra mundial y las deudas históricas; fin del teatrillo de una Syriza que ha actuado como partido y no como Gobierno. Ahora empieza lo duro, la realidad social y económica de un país que vive hoy el segundo día de los ocho de corralito hasta el día 6.

Estudiar la arquitectura emocional de la ciudadanía puede ayudar a ganar votos, pero el márketing político no solventa los problemas de extrema urgencia que padece Grecia. Suelen englobarse bajo el epígrafe genérico deuda pública, pero son también problemas de gestión política y sociocultural del bienestar que proporciona pertenecer al club de la eurozona. Unos simples apuntes pueden ayudarnos a entender la inviabilidad de sostener un Estado construido sobre una burbuja crediticia que compromete más del 180% del PIB del país: el sueldo medio de un funcionario griego era de 70.000 euros frente a los 55.000 de uno alemán; la cifra de docentes cuadruplica la de profesores de Finlandia; el gasto público desde el 2012 ha subido hasta superar el 31% del PIB; el gasto militar es superior al 4% del PIB; los activos públicos (empresas, participaciones, acciones, infraestructuras e inmuebles) se estima que ascienden a 300.000 millones de euros. A los griegos les ha pasado factura el proverbio mesopotámico que dice: «Quien edifica como un señor vive como un esclavo».

El burdo paralelismo que el nacionalismo catalán hace entre el referéndum de Tsipras y el proceso separatista no ha pillado de sorpresa a nadie. Ya se sabe que todo vale para resucitar al muerto del procés. Existen paralelismos, cierto, pero no son precisamente esos: la paralización de la economía ya la pidió Junqueras a finales del 2013 y el partido del Govern nos lleva al abismo para salvar a su president