El panorama político tras las elecciones

La demonización de los pactos

La derecha española nunca aprende nada, nunca evoluciona; los culpables siempre son los otros

IAN GIBSON

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Muy católicos ellos, pero, a la hora de la verdad, siempre más atentos a pajas ajenas que a la viga instalada en el ojo propio. ¡Tú más! ¡Tú más! Y nunca con tanta vehemencia como ahora cuando les ha tocado un cataclismo electoral. “Ha quitado a los poderosos de su puesto y ha exaltado a los humildes”: uno casi tiene la sensación de estar oyendo el Magnificat de la Santísima Virgen al comunicar a Elisabeth la noticia del socialmente modesto, si bien celestial, alumbramiento que se aproxima (Lucas 1). Por supuesto que el PP no le va a atribuir a Yavé el descalabro que le han asestado los malnacidos partidos emergentes, con la connivencia del diabólico Pedro Sánchez, el gran traidor que ha convertido el PSOE, según acaba de sentenciar Mariano Rajoy, en “un partido radical, extremista y alejado de toda centralidad”.

La derecha española nunca aprende nada, nunca evoluciona, nunca se renueva (pese a sus promesas), nunca pide perdón, nunca se arrepiente. Los culpables y los malos siempre son los otros. Cree que la ley de amnistía, preconstitucional, le absuelve de tener que afrontar el horror del Holocausto en versión española. No le preocupa para nada el Valle de los Caídos, las cunetas le son indiferentes. Dice que no tiene nada que ver con el pasado régimen, pero lo desmiente una y otra vez sus tics neofranquistas. Rascas un poco y salen la CEDA y Gil Robles o algo peor, dándoselas de demócratas y de ser los únicos con derecho a conducir los destinos de España, o sea de la España que es, ha sido y siempre será patrimonio suyo. 

Entre sus gerifaltes el predilecto de servidor sigue siendo el inefable almeriense Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, a quien solo le falta ponerse una camisa azul. Hago lo posible porque no se me escape ninguna de sus lindezas. Lo de los familiares de los asesinados por la dictadura fue el colmo. No hubo mea culpa, claro. En tales casos nunca hay, ni de parte propia ni de la de los correligionarios (Pedro Casado también ha dicho barbaridades de la memoria histórica y nadie de su partido le ha pedido que rectifique). Los primeros planos televisivos de Hernando, sobre todo cuando, feliz en su escaño, escucha embelesado al jefe, son impagables. Para coleccionistas.

A propósito, están conociendo las hemerotecas una revolución inimaginable hace solo unos pocos años. Hoy no se pierde nada, las voces y los textos se almacenan para su consulta inmediata en cualquier punto del globo. El caso de Guillermo Zapata demuestra que nada de lo expresado verbalmente o por escrito tiene ya asegurado el olvido. El Donde dije digo digo Diego ya no sirve. Que cada político actúe en consecuencia, pues por sus palabras recuperadas será conocido. Bien por la Sexta, cuyos buceos en los archivos están dando resultados demoledores. ¡Qué antología de declaraciones comprometedoras nos van regalando!

La pataleta infantil del PP sería patética si no fuera síntoma de una actitud antidemocrática profundamente arraigada. Sin ir más lejos, su argumento, reiterado una y otra vez, de que la lista más votada en los ayuntamientos debería ser, de manera automática, la ganadora. ¿Por qué? Puesto que el sistema electoral vigente –decidido, se supone, por los españoles– permite la formación de pactos y coaliciones pre y poselectorales, ¿cómo llamar a engaño? Si a mí no me gustas nada, tampoco tu programa, y si no eres capaz, por inepto, de cosechar tu codiciada mayoría absoluta, ¿con qué razón o razones protestas si otras formaciones más o menos afines se asocian para impedir que ejerzas, o sigas ejerciendo, el poder?

Quieran o no, de todas maneras, es la hora de pactar. En este contexto la palabra compromiso, según se usa hoy con creciente frecuencia, está dando lugar a malentendidos debido a la presión del inglés compromise (transacción o solución de compromiso, nunca compromiso en el sentido histórico español). En la cultura política británica la búsqueda de transacciones, de compromise solutions, ha gozado siempre de respeto. Con justificación, pues en la vida lo sensato es pactar, buscar acuerdos razonablemente aceptables para todos. La situación actual en España favorece un cambio de actitudes en este sentido. Que el más potente tenga forzosamente que pactar con el menos es terapéutico. Se acaba de formalizar el acuerdo que, gracias a Ciudadanos, le va a permitir a Cristina Cifuentes presidir la Comunidad de Madrid. No puedo estar en contra. Los de Rivera se declaran enemigos mortales de la corrupción. Quiero creer que su presencia en la comunidad va a ser positiva. Y veremos cómo va avanzando la situación en todo el país a lo largo de los próximos meses. Me confieso fascinado. H

Escritor.